​Cuando un equipo médico con trajes de protección llamó a la puerta para proponerle que se vacunara contra el covid-19, Sorin Tuza, que vive en una aldea remota de Rumanía, no se lo pensó dos veces.

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"Les agradezco que hayan venido hasta aquí. Esta enfermedad no es una broma, hay que tomarla muy en serio", declaró a la AFP este ciego de 45 años.

La diabetes le ha provocado ceguera. Hace unos meses contrajo el coronavirus y tuvo que ser hospitalizado.

No quiere volver a vivir esta traumática experiencia. Le hubiera encantado vacunarse antes, pero no puede llegar a la ciudad donde se encuentra el centro más cercano, una hora de camino por carretera a través de un bosque.

Vencer el escepticismo

Su esposa Mirela "sigue dudando" de la existencia del covid-19, pese a haberlo tenido cerca. Pero esta visita a domicilio acabó con sus reticencias y acabó aceptando que le inyectaran la vacuna Pfizer-BioNTech. "Hay que hacerlo, es importante", dijo.

El matrimonio, que se gana la vida criando ganado, forma parte de los aproximadamente 40 habitantes de Poienita Voinii, un pintoresco pueblo de los Cárpatos occidentales del que los jóvenes se han ido en busca de empleo.

"La gente de la ciudad puede vacunarse cuando quiere, pero para los de las aldeas es más complicado", explica el epidemiólogo Stefan Repede, de 64 años.

Esta mañana lluviosa, acompañado de dos enfermeras, desembarcó en Poienita Voinii, el nuevo alto en el camino para esta "caravana" que recorre la región.

"Fuimos a un pueblo donde el 60% de los habitantes no se hubieran podido inmunizar si no se hubiera organizado este proyecto", comenta el médico que "lleva 33 años luchando contra los antivacunas" y se ofreció como voluntario para esta misión.

El prefecto de la zona, Calin Petru-Marian, se congratula por el "éxito" de esta campaña puerta a puerta, un gran desafío en una región "70% montañosa".

Desertificación médica

En este país de 19 millones de habitantes, que ha registrado unos 30.000 muertos por coronavirus desde la aparición de la pandemia, casi cuatro millones de personas han recibido al menos una dosis.

El gobierno quiere superar los cinco millones a principios de junio, así que las autoridades multiplican los "maratones de vacunas" y los "vacunódromos", abiertos a todos noche y día, sin cita previa.

"Lo más difícil será llegar a quienes no tienen acceso a servicios médicos, cuando partes enteras del país no tienen médicos de familia", afirma Beatrice Mahler, directora de un gran hospital en Bucarest.

Con apenas 245 médicos por cada 100.000 habitantes, Rumanía va a la zaga en la Unión Europea en el número de médicos, sobre todo en las zonas rurales.