El nacionalismo europeo tiene múltiples caras y, mientras en unos lugares clama por la separación, en otros exige la unión; es el caso de Rumania, donde el sector más nacionalista de la sociedad clama por la (re)unión de los territorios de Rumania y su vecina Moldavia. A pesar de ello, el resto de la sociedad rumana observa el problema con poco interés y quienes defienden la unión lo hacen con la boca pequeña, presos de una cierta nostalgia histórica, por temor, principalmente, a las consecuencias económicas de integrar un país más pobre y, en menor medida, por la dificultad de asimilar a minorías no rumanas como rusos, ucranianos, gagauzios o búlgaros, explica Carlos Basté en su blogBucarestinos.

In MoldovaFoto: Agerpres

Por su parte, en Moldavia, la posición de la sociedad sobre este asunto suele ser más pasional, como han demostrado las manifestaciones, a favor y en contra de la unión, que se celebraron ayer en Chişinău, capital del país, con motivo del 98 aniversario de la unión de ambos estados, tras la Primera Guerra Mundial.

Los panrumanistas, que enarbolan la tricolor rumana junto a la bandera de la UE, hablan de los lazos lingüísticos y culturales con sus hermanos de la otra orilla del río Prut -frontera natural y política entre ambos países, piensan en una reunificación a la alemana y sueñan con circular libremente por la Unión Europea. Por su parte, los opuestos a la unión con Rumania, forman un heterogéneo grupo integrado por nostálgicos comunistas, miembros de las minorías nacionales -que suman una tercera parte de la población moldava- y un grueso de población temeroso del capitalismo salvaje que, en muchas ocasiones, se ha impuesto en Europa del este tras la caída del comunismo, y que se siente más cercano al modelo ruso post-soviético representado por la Comunidad de Estados Independientes. Es indiscutible que ambos bandos oponen modelos económicos, políticos y sociales muy distintos y difícilmente reconciliables.

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