​Amanece en Bucarest. Esa mañana de marzo, como todas las mañanas de lunes a sábado, se ha levantado a las 5.30, ha desayunado una mezcla de avena, fruta y leche, y ha pasado por el gimnasio antes de presentarse en el pabellón de madera del club Dinamo. Rezago de la Guerra Fría, el complejo resiste el paso del tiempo. Afuera, los cuervos emprenden un largo debate de graznidos. El sol sale por el ventanal y la escuela de natación abre sus puertas a decenas de niños que al llegar a la piscina se encuentran con David Popovici.

David PopoviciFoto: ERNESTO BENAVIDES / AFP / Profimedia

Siga leyendo el artículo.