Con el termómetro por debajo de los cero grados y tapados hasta las orejas, un grupo de estudiantes de Derecho contempla la exposición fotográfica 1989-2009: un grito a la libertad, para rememorar un pasado incrustado en la memoria de la sociedad rumana. "Admiramos consternados la sed de libertad de los oprimidos durante el periodo comunista", relata Ileana Popa, una joven de 20 años. "El terror corría por las venas de los que salían a las calles. La gente se dispersaba hacia todos lados, pero ninguno era seguro", explica. La Securitate (policía secreta), disparando a diestro y siniestro, causó más de 10.000 víctimas, pero aún nadie ha sido juzgado por los crímenes cometidos durante la revuelta popular que precedió la caída del dictador.

"Ceausescu ordenó abatir a cualquiera que se moviera", agrega su compañera, Carolina Arvinte. Las fotografías muestran la represión de un régimen estalinista, pero también la lucha anticomunista presentada conceptualmente, como fichas de un dominó. "Cada imagen, cada momento se aprecia como una contribución al desplome de un sistema totalitario que nos arrancó gran parte de nuestros días", precisa una señora mayor que prefiere mantenerse en el anonimato. Más contundente se expresa Ciasu Zaharia, profesor de lengua: "¿Qué puedo contar? Han robado mi vida". En los últimos días, los medios de comunicación y los intelectuales lanzan un continuo mensaje contra el olvido.

Andrea Varga, autor de la muestra e historiador húngaro, subraya: "No se puede ser libre si no estamos unidos, no se puede perder o ganar la libertad sin la ayuda de los demás; se trata de una solidaridad que, actualmente, ya no significa casi nada, pero fue extremadamente importante hace 20 años". Sin embargo, las reminiscencias de la dictadura persisten en las entrañas de una sociedad que dista mucho de escapar del servilismo instaurado por Ceausescu. A pesar del sueño de libertad proclamado por los ciudadanos hace 20 años, ciertos grupos de interés subsisten en la política, en las instituciones y en algunos segmentos de la economía. "Las redes confeccionadas en el periodo comunista se mantienen intactas", señala Adrian Cioflanca, historiador y miembro de la comisión presidencial para el estudio de la dictadura comunista. "

El mayor problema de la sociedad rumana ahora mismo es el clientelismo corrupto", agrega Cioflanca. Este sistema provoca que surjan fricciones entre la clase política y la sociedad. "El desencanto de los jóvenes hacia la clase dirigente revela la indiferencia de esta última para solucionar sus problemas, de manera que solamente piensan en marcharse del país", precisa el sociólogo Dumitru Sandu. Pero las escasas condenas contra la represión y los irrisorios gestos del Gobierno continúan siendo insuficientes para los que sufrieron a la policía secreta. Cuando Basescu asumió el poder, el Parlamento condenó el comunismo y se abrieron los archivos para juzgar a los "perseguidores". En cambio, los tribunales no han dictado ninguna sentencia firme y parece que así seguirán.