Los Premios Goya suelen ser un derroche de glamour, elegancia, belleza y arte; además, son un espejo para la Industria Cinematográfica española, que así puede mostrar las mejores películas del año, publicitar sus logros y contar, a quien lo quiera escuchar , lo importante que es esa industria para España. Esta edición era además la más políglota de todas las anteriores; había películas nominadas en inglés, vasco, catalán y castellano y no era un modo de hablar. Las películas en vasco, catalán e inglés no eran una curiosidad en alguna categoría: Handia, Verano 1993 y La librería copaban la mayoría de las nominaciones más importantes y, eso, en la España que vivimos, es cuanto menos un ejemplo de convivencia.

Jesus del Cerro la Premiile Goya din SpaniaFoto: Jesus del Cerro

Los Premios Goya, además de mostrar el cine hecho en el año anterior, suelen dejar las ventanas abiertas para que las inquietudes del país entren y así hacer de altavoz a problemas sociales o políticos. No es quizás su sitio, pero el mundo del cine no es aséptico; lo hacen hombres y mujeres con ideas, opiniones y ganas de mejorar las cosas y, así, a veces, la política entra en ellos como en la ya famosa edición del “no a la guerra”; otras veces, como este año, por esa ventana abierta a la sociedad se cuela la lucha por la paridad y la igualdad entre mujeres y hombres.

La gala de este año no ha sido de las mejores ni de las más divertidas. Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes no consiguieron dar ritmo, el guion fue en ocasiones muy flojo, los chistes malos y la gala fue así languideciendo y eternizándose. Pero el mensaje que se repitió durante toda la noche no flaqueó ni dudó. El mundo del cine apostaba y luchaba por la equiparación entre hombres y mujeres. Se repetía que el número de nominadas era, en ciertas categorías, muy pequeño o nulo, que los hombres acaparaban la mayoría de las nominaciones, que las mujeres cobraban menos que los hombres por un mismo trabajo y que las historias estaban protagonizadas por hombres en mundos masculinos.

Yo creo sinceramente que hay que luchar para evitar situaciones de desigualdad, no solo en el cine sino en cualquier aspecto de la vida. Y creo, por supuesto, que hay que conseguir que haya más mujeres directoras de foto, diseñadoras de sonido, haciendo efectos especiales o escribiendo guiones porque, además de ser justo, estoy seguro de que hará que tengamos mejores películas y es obvio que nadie debe cobrar menos por ser hombre o mujer. Pero con la misma sinceridad digo que haríamos un flaco favor al cine si generásemos cuotas tanto para ellos como para ellas. Las personas y las películas nominadas deben ser simplemente las mejores independientemente del sexo, el color de piel, la religión o cualquier otra consideración ajena a la calidad del trabajo del nominado o nominada o de la película en cuestión. Los Premios Goya deben premiar a los mejores.

Aquí el debate se puede enredar hasta el infinito y podemos analizar por qué hay más protagonistas masculinos que femeninos o por qué ciertos puestos están copados casi exclusivamente por hombres; y, probablemente, lleguemos a la conclusión de que es así porque el cine es un reflejo de la sociedad en la que vivimos y que debemos luchar todos para cambiar esa sociedad y hacerla mejor y más justa.

Cada cual tiene claro su punto de vista, su percepción y su opinión, y el nivel de aplausos en la sala indicaba ante los discursos cuál tenía más o menos aceptación entre el publico allí presente; pero creo que el momento en el que el aplauso fue más cerrado y todos los allí presentes coincidimos en estar de acuerdo tuvo lugar cuando Julita Salmerón, la protagonista del documental Muchos hijos, un mono y un castillo hizo su dedicatoria “a todas las madres y, por no menospreciar, a todas las mujeres, porque las que no lo son, algún día lo serán, y si no, pues estupendo igual”. El aplauso fue atronador, todos nos acordamos de nuestras madres y nadie pensó en cuotas, cine o derechos. Queramos y respetemos a todas las mujeres como queremos y respetamos a nuestras madres y así, sin mucho esfuerzo, viviremos en un mundo mejor, más igualitario y, de paso, seguro que haremos mejores películas.