​En el bullicioso estudio de televisión, momentos antes de que comience un programa de debate en directo sobre el estrés en la sociedad rumana, la anfitriona Mbela Nzuzi demuestra su acostumbrada profesionalidad y calidez y no da ni un solo indicio de estar nerviosa, explica la Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR).

La emisión de una hora de duración del programa “Restart Romania” (“Reanudar Rumanía”), es una tarea sencilla para esta mujer de 36 años, que ya encaró retos más difíciles cuando empezó una nueva vida en Rumanía tras huir de la República Democrática del Congo (RDC) durante la dictadura del difunto presidente Mobuto Sese Soko.

Hoy es una estrella de la televisión rumana, conocida como la Oprah Winfrey de Rumanía, y la única presentadora africana de la televisión local, cuya compresión del rumano ha ayudado a aumentar su popularidad. “Entiendo las bromas de la gente aquí, lo cual es muy importante”, dice.

“La gente siente que soy una más de ellos, el color de mi piel y mi nacionalidad ya no se cuestionan en realidad”, añade Nzuzi, quien huyó de su país con su marido en 1997 después de que él fuera atacado por sus actividades políticas.

Rumanía, que empezó a abrir sus puertas a los refugiados en 1991 tras la caída del régimen comunista, le ofreció refugio a esta pareja ese mismo año. En la actualidad hay más de 1.000 refugiados en Rumanía, un país que abrió en 2008 el primer centro de tránsito de emergencia de Europa en Timisoara para proveer de refugio temporal a los refugiados que necesitaban ser evacuados urgentemente de sus primeros países de asilo.

Nzuzi solo tenía 21 años y no tenía ningún título ni experiencia laboral cuando llegó a Bucarest. Había sido ama de casa en el Congo y dejó a su hija de tres años en casa con unos familiares. Ahora su hija estudia en Francia.

La dura realidad de una vida como solicitante de asilo en un país tan diferente al suyo podría haber acabado con las ambiciones de Nzuzi. Tuvo que lidiar con toda una red burocrática en un idioma que le era totalmente ajeno. Encontró dificultades para hacer frente a todo, desde la cultura rumana y su cocina hasta los fríos inviernos.

Esta mujer joven empezó cantando en una banda africana llamada “Gloria”, que ella y su marido habían montado pensando fundamentalmente en la comunidad de refugiados. Atrajeron poca atención en un principio, pero remontaron su carrera en 1999, cuando ACNUR involucró al grupo en una campaña de sensibilización para atraer la atención del público sobre los refugiados.

Las cosas empezaron a mejorar. En 2001, “Gloria” publicó su primer álbum y al año siguiente Nzuzi se convirtió en la presidenta de la Organización de Mujeres Refugiadas en Bucarest. Tras una serie de apariciones en varios programas de televisión, su ingenio y encanto le hicieron conseguir un empleo en 2005 como presentadora de “Nasul” (“La nariz”), un famoso programa de debate.

Pronto, las maneras amables y la sonrisa generosa de Nzuzi, tanto dentro como fuera de la pantalla, fueron objeto de titulares positivos, y el éxito de su programa “Ciao Mbela”, hicieron de ella la Oprah Winfrey de Rumanía, en homenaje a la personalidad mediática de la popular presentadora afroamericana.

Pero los amigos y compañeros de Nzuzi dicen que ella es mucho más que la cara negra más famosa de la televisión rumana. Anca Lapusneanu, editora jefe de la revista VIP, dice de Nzuzi que es “un verdadero modelo para la sociedad”, alabando su continua implicación con los refugiados y su compromiso con asuntos que comprenden a toda la sociedad rumana.

Los medios locales a menudo aclaman la habilidad de la africana par ver siempre “el vaso medio lleno”, a pesar de las dificultades que ha atravesado, un punto de vista que les da a los rumanos una perspectiva novedosa de sus propias vidas.

“Llama la atención tan pronto como entra en una habitación. Son su optimismo y su vitalidad lo que brillan, a pesar de que haya tenido que empezar desde cero aquí”, dice Lapusneanu.

“Gente como ella son una excepción”, dice Gizella Somlea, una vecina y amiga de Mbela. “Se adaptó a un mundo que no es fácil, y ha demostrado de lo que es capaz. Nzuzi se hizo un hueco en un sitio donde nadie la conocía”.

Nzuzi todavía es una refugiada y ha vuelto a la República Democrática del Congo una vez, pero no tiene planes de volver definitivamente. Admite que está sorprendida de su éxito y de lo que ha logrado desde que llegó a una Rumanía extraña y fría hace 15 años.

En este tiempo ha conseguido más que cualquier persona al llamar la atención sobre los refugiados en un país que todavía se está acostumbrando a ellos. “Sí, estoy orgullosa de mí misma. Soy una novedad en Rumanía”, dice. “Si estuviera en Francia, por ejemplo, no habría sido lo mismo, porque ellos pasaron por la experiencia de los refugiados hace ya mucho tiempo”.

El miembro del equipo de ACNUR, Gabi Leu, conoce a Nzuzi desde que ella y su banda trabajaran por primera vez con la Agencia de la ONU para los Refugiados. Sólo tiene alabanzas para esta mujer excepcional.

“Mbela es un ejemplo extraordinario del éxito de un refugiado tras años de aprendizaje y de absorción de la cultura local y de trabajo duro. Ella es un símbolo para los refugiados que han llegado a Rumanía a pesar de las dificultades, y rara vez habla de los tiempos difíciles”, dice Leu, al tiempo que añade: “Siempre la mencionamos cuando hablamos del lado positivo de la integración de los refugiados: voluntad de alcanzar el éxito y un gran retorno de la inversión realizada en la integración de refugiados”.