Había castillos sombríos, pero huérfanos de vampiros, y la arrolladora personalidad de la fotógrafo María Arias consiguió arrojar luz sobre los rincones en penumbra que le ofrecían Rumanía y sus moradores, explica el diario El Comercio en un reportaje sobre una exposición sobre Transilvania.

"Rumanía tiene muchas cosas positivas, mucha vida y mucha alegría. Quería romper con ese tópico del gitano rumano o del rumano que pide por la calle con cara de pena, no todo en Rumanía es así, y creo que en España tendemos mucho a generalizar ese tema, más que nada porque no conocemos la otra parte. Nadie vende la otra parte. Y creí necesario enseñarla". Esto explica María Arias sobre la muestra, que se puede visitar de la mano del colectivo AbPhoto hasta el 13 de febrero en la Sala de Cultura del Centro Comercial Los Llanos de Albacete, donde en estos momentos reside esta gijonesa de 31 años.

"Tampoco en Transilvania está todo orientado a los vampiros ni mucho menos. Tienen sus castillos y sus historias, pero si eso mismo estuviese en España, ya se habría convertido en una especie de parque temático. Allí se respeta más la esencia de esos edificios. Me imagino lo mismo aquí y ya hubiese visto 40 tíos disfrazados de vampiro en cada esquina. Eso allí no te lo encuentras", detalla.

Y todas esas gentes, todos esos contrastes "desde una boutique de lujo en una ciudad a una mujer vestida con harapos a la entrada de ese mismo lugar" los refleja María Arias en una selección de 40 fotografías en color y en blanco y negro que comienza atravesando un bosque hasta llegar a pueblos y cuidades, estaciones de tren, rincones secretos... Y sobre todo, al corazón de sus gentes. Sus miradas, sus quehaceres diarios, sus fiestas, sus momentos íntimos.

María Arias se adentra con 'Ultrasilvam' -la palabra latina que dio origen al vocablo Transilvania. Ultra='más allá'; Silvam='bosque'- en la savia que da vida a Rumanía a través de un viaje real pero también de otro desde el desconocimiento hacia la verdad de un lugar que, quizás por recóndito, se nos antoja oscuro y peligroso.

"El factor común de todas las fotos (ya sean en blanco y negro o color) es la alegría y la esperanza que se refleja en las personas. La sensación que me llevé es que por muy poco que tenga un rumano materialmente hablando, siempre te va a sonreir. La actitud general es de esperanza, de positividad, de alegría", asegura María.

La misma que se desprende de su voz, contagiada seguramente por una aventura que comenzó hace poco más de un año, con el regreso a Rumanía de una joven afincada en España que llevaba seis años sin ver a su familia. María Arias y su novio, Jaime, la acompañaron en su vuelta a casa y descubrieron no sólo una forma de vida que desconocían, sino un pueblo diferente, con personalidad propia, que se les ocultaba en el centro de Europa y que aún mantiene muchas de las tradiciones y costumbres maceradas por sus gentes a lo largo de los siglos.

"Ahora la intención es llevar también esta exposición a Asturias, estamos buscando el lugar exacto y tenemos varias opciones que esperamos se concreten próximamente", comenta la fotógrafa gijonesa. Y en sus maletas podrían viajar varias imágenes que, por cuestión de espacio, no se han expuesto en Albacete.