En 2007, año en el que Rumania se adhirió a la Unión Europea y justo antes de que empezara la interminable crisis financiera, empezaba a escribirse la historia de los jóvenes rumanos que emprendían su preparación universitaria gracias a las becas del Estado español.

La universidad de Málaga cuenta ya con 10 alumnas de nacionalidad rumana que se están formando en especialidades como Derecho, Administración Pública, Economía, Filología Hispánica o Inglesa. Al hablar de su experiencia en Málaga, “las rumanas” utilizan términos variados y hasta contradictorios para describirla: “Sabíamos que nos embarcábamos en un viaje tempestuoso, con muchos altibajos, pero nunca imaginamos que sería tan difícil. Aun así, no lo cambiaría por nada del mundo”, confiesa una las chicas.

La lejanía de la familia y de la patria madre se hace muchas veces difícil de soportar. Además, parece ser que todas ellas han tenido que confrontarse con estereotipos que han dificultado su integración en la sociedad española: “Antes que todo, como rumano, tienes que luchar por construirte una identidad propia, por romper con los prejuicios”, afirma otra de las estudiantes rumanas. Sin embargo, las quejas terminan rápido cuando se empieza a hablar de los progresos académicos y de las satisfacciones.

Las jóvenes se muestran especialmente contentas con la calidad de los servicios ofrecidos en la facultad y orgullosas por conseguir estar a la altura de sus compañeros españoles. Toman como un reto el alto nivel de dificultad que suponen sus estudios y se enorgullecen de ser unos de los pocos rumanos que tienen la oportunidad de formarse profesionalmente en España.

Habría que destacar también el importante papel de estos estudiantes dentro de la interculturalidad y el turismo de ideas.

Mediante estos acuerdos de estudio, se contribuye a la creación de un nexo comunicativo entre Rumanía y España. La inmersión de estudiantes rumanos en el ámbito español, con el propósito de asegurar una formación plena, implica un contagio cultural rumano-español. Además, podrían considerarse pequeños adelantos en el cambio de los avatares que se le han atribuido a Rumanía en el extranjero.

Concretamente, el Ministerio de Educación y Ciencia de España publicó el 7 de mayo de 2007 la resolución que dicta las instrucciones para el acceso a la Universidad española de los alumnos procedentes de sistemas educativos de Estados miembros de la Unión Europea.

Como Rumanía ya formaba parte de la Gran Familia comunitaria, este acuerdo favorecía también a los alumnos rumanos y representaba uno de los medios más adecuados para aprovechar las nuevas prerrogativas en el Espacio europeo.

Además, el convenio firmado por los Ministerios de Educación de España y Rumanía ofrecía a los alumnos de las secciones bilingües rumano-españolas de los institutos rumanos la oportunidad de obtener el Título de Bachillerato Español y de ser admitidos en las universidades de España, así como de obtener becas de estudio sufragadas por el Gobierno español. En la actualidad, Rumanía cuenta con 10 secciones bilingües y ejerce una participación activa en multitud de actividades que apuntan hacia la interculturalidad y la cooperación interestatal.

Valencia, Granada, Málaga y Madrid abren cada año las puertas de sus universidades para recibir a los estudiantes rumanos que, una vez en tierras cervantinas, deben demostrar dedicación al estudio para poder conservar la beca hasta el final de la carrera.

A pesar de que las opiniones de los estudiantes exponen pros y contras, todas conllevan a la misma conclusión: estudiar en España es una experiencia plenamente enriquecedora, que les ayuda formarse como profesionales con una perspectiva plurivalente, acorde al espíritu comunitario de la Unión Europea. Quizás sean estos jóvenes los futuros capitanes de una Europa más unida, realmente fundamentada en la igualdad de oportunidades y la comunicación interestatal.

Gabriela-Anabella Costache es estudiante de Filología Hispánica en la Universidad de Málaga