El próximo diciembre se cumplirán veinticuatro años de los eventos que dieran inicio en Rumanía con la Revuelta de Timisoara, y que rematarían con la caída violenta del régimen del dictador Ceausescu y el desmoronamiento del sistema comunista en esta y otras naciones de la ex Cortina de Hierro, relata Matias E. Ruíz en el Ojo Digital.

Gheorghiu-Dej si CeausescuFoto: Agerpres

Nicolae Ceausescu arriba al poder en Rumania en 1965. Tras haberse desempeñado como funcionario durante el gobierno de su predecesor, Gheorghui-Dej, rápidamente se ocupa de acusarlo por la 'herencia recibida', denunciándolo también por 'haberse desviado de las ideas originarias del Partido'. Pero Ceausescu -extremadamente hábil- tiene otros planes. Aprovecha sus primeros años en control del gobierno para redimensionar la conformación del comunismo local y, así, hacerse de su control. La permanente rotación ingeniada por él le permite disolver velozmente cualquier intento de oposición intragubernamental.

A contramano del resto de los países satélites de Moscú, donde el Partido se retiraba -lentamente y hasta cierto punto- de numerosos aspectos de la cultura, el líder rumano se sirve de la organización para que ésta realce su participación en la vida de sus conciudadanos. Vivir sin tener relación alguna con el Partido Comunista se vuelve una tarea imposible en la República Socialista. La reformulación de aquél -en la visión de Nicolae- se construye a partir de represión, austeridad, inversiones grandilocuentes y un abuso sistemático de la legitimación. Todo ello, balanceado con cuotas bien dosificadas de nacionalismo truculento, y alimentando un abierto desafío a la Unión Soviética.

Bajo esta suerte de rumanización del PC, por ejemplo, Ceausescu evita cesar relaciones diplomáticas con el Estado de Israel durante la Guerra de los Seis Días de 1967 -al revés de lo hecho por el resto del conglomerado en la Cortina de Hierro- y se atreve a disentir con Moscú desde el atril.

Con el correr de los años, Rumanía se convertiría en la única nación comunista en enviar una delegación con atletas propios a los Juegos Olímpicos de Los Angeles, en 1984. Nuevamente, a contramano de las naciones del orbe ideológico nucleadas en el Pacto de Varsovia. Esta diferenciación aparente del resto de sus camaradas de la Europa Oriental le granjea una reputación de estadista en Occidente, de donde incluso logra obtener importantes préstamos para desarrollo.

En paralelo, Rumania goza de una situación económica más favorable, dada la creciente demanda de alimentos que el país se encuentra en condiciones de proporcionar. Las áreas rurales disponen de abundante espacio cultivable y de un igualmente nutrido recurso humano para trabajarlo. A juzgar por los desmadres provocados por el mandatario anterior Gheorghui-Dej, la República Socialista y sus habitantes disfrutan -durante los primeros años de arribado Ceausescu- de un respetable modo de vida.

El líder se vuelve extremadamente popular, pero jamás deja de lado las prerrogativas de su agenda secreta:continúa fogoneando la infiltración del Partido en todo ámbito social, al tiempo que da forma a la que sería la policía secreta más temible del bloque oriental, la Securitate.

Si quiere seguir leyendo el artículo, haga click aquí.