Familias de migrantes desembarcan en las costas europeas, con gesto azorado tras una peligrosa travesía: esta escena habitual en el Mediterráneo es nueva en los puertos del mar Negro, donde las autoridades se interrogan sobre esta inédita "ruta rumana”, relata AFP.

HotNews.roFoto: Hotnews

El miércoles, poco antes del amanecer, unas 150 personas, un tercio de ellas niños, tocaron tierra en Midia, en el este de Rumania, tras el salvamento de su embarcación en peligro, operación que duró más de 12 horas en un mar encrespado. Se trata de la quinta embarcación transportando migrantes interceptada desde mediados de agosto por las autoridades rumanas.

La llegada de unos 570 iraquíes, sirios, afganos, iraníes y paquistaníes, en menos de un mes, es una cifra modesta comparada con el flujo registrado en el Mediterráneo, pero este fenómeno es escrutado con atención en este país hasta ahora evitado por los candidatos al asilo en Europa.

"Es demasiado pronto" para decir si estas travesías continuarán, según Frontex, la agencia encargada de las fronteras exteriores de la Unión Europea (UE). Pero, "esto parece indicar que los traficantes intentan resucitar una ruta a través del mar Negro" partiendo desde Turquía, indica a la AFP su portavoz, Krzysztof Borowski.

En 2014, último año de una relativa actividad en esa ruta, casi 300 migrantes atravesaron el mar Negro en dirección a Rumania. Buscando evitar Grecia, donde los recién llegados se arriesgan a ser expulsados de regreso a Turquía, en virtud de un pacto entre la UE y Ankara, "los traficantes buscan migrantes un poco más pudientes, diciéndoles que se trata de una nueva vía, una ruta segura", explica Mircea Mocanu, jefe de la misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Rumania. Según éste, la tarifa de la travesía varía entre 1.000 y 3.000 euros.

Dice que no espera un aumento del flujo de migrantes, puesto que es "diez veces más difícil atravesar el mar Negro que el Mediterráneo" durante la temporada fría y, además, la noticia de la intercepción de los primeros barcos desanimará a los pasadores, a su entender.

"Es un mar negro, no a causa del color, sino por el peligro que entraña durante las tormentas", subraya el comisario Gabriel Cerchez, quien participó en el salvamento del martes.

'Dispuestos a todo'

"Hasta el momento en que la embarcación entra a puerto, tiene riesgo de irse a pique", añade, testigo del "pavor" de los pasajeros, que enseguida fueron repartidos en los seis centros de acogida abiertos en Rumania.

Otros desafíos los esperan en la ruta hacia Europa del oeste, donde los controles reforzados y las vallas levantadas vuelven muy difícil franquear las fronteras. Lo demuestra el hecho de que en el otro extremo de Rumania, en Timisoara, centenares de migrantes aprovechan la menor ocasión para pasar hacia Hungría.

En el centro de acogida para refugiados y solicitantes de asilo, Tarek, un sirio de 19 años, confía a la AFP que fue detenido cuando intentó franquear la frontera "tontamente" a bordo de un auto. Si bien él decidió quedarse en Rumania para formarse en informática, asegura que varios de sus compañeros de infortunio "están dispuestos a todo" para partir.

"Los intermediarios se acercan y te preguntan: '¿quieres quedarte o partir? Conozco una vía 100% segura hacia Alemania'", relata el joven, según el cual éstos reciben 100 euros por cada migrante reclutado. No lejos del centro, una quincena de hombres están reunidos en pequeños grupos en un terreno baldío cerca de un supermercado, con la esperanza de encontrar a un pasador.

Entre ellos, Rafi, un paquistaní de 23 años, y Zakir, un adolescente afgano, cuentan que atravesaron a pie la frontera entre Serbia y Rumania. Casos como los suyos son cada vez más numerosos, puesto que pasar desde Serbia a Hungría se ha vuelto casi imposible a causa de los vallados de alambre de púas desplegados a lo largo de la frontera entre ambos países, lo que no ocurre en los límites rumano-húngaros.

Según la policía de fronteras rumana, más de 1.200 personas han sido detenidas desde comienzos del año cuando intentaban franquear la frontera oeste del país, contra 900 durante todo 2016.

La OIM estima que el 80% de los intentos de pasar son frustrados. Para Tarek, la conclusión es amarga: "un año y medio de mi vida despilfarrados por la esperanza de alcanzar la tierra prometida".