Calmantes y otra medicación forzosa, baños helados, camisas de fuerza y maltratos continuos. Miles de menores rumanos con discapacidad -tutelados por el Estado durante la época comunista- sufrieron este horror cotidiano. Ahora, la Fiscalía investiga la muerte de 771 de ellos por negligencia, publicó el diario La Vanguardia, que recoge un reportaje de la agencia EFE.

Radu Preda, fost presedintele executiv al IICCMERFoto: Facebook/ Institutul de Investigare a Crimelor Comunismului

El centro público que investiga los crímenes del comunismo ha presentado recientemente una denuncia por las pésimas condiciones de los menores internados en los hospitales de Cighid, Pastraveni y Sighetu Marmatiei, situados en zonas poco pobladas y alejados de las ciudades, y anuncia más en los próximos meses.

"Solamente hemos indagado en tres de los 26 hospitales que existieron, por lo que creemos que el número real de víctimas, tanto mortales como supervivientes, puede superar la aterradora cifra de 10.000 menores", explica a Efe Florin Soare, historiador del Instituto de los Crímenes del Comunismo (IICCMER).

La denuncia va dirigida contra un centenar de personas, desde directores y enfermeros hasta responsables políticos que permitieron esa situación entre 1966 y 1989.

El régimen comunista, según el IICCMER, dividía a los niños tutelados con enfermedades en tres categorías: recuperables, parcialmente recuperables e irrecuperables. Estos últimos eran aquellos con mayor grado de discapacitados y los enfermos crónicos.

A los jóvenes de las dos primeras categorías se les aseguraba comida, ropa y calefacción; los de la última, por el contrario, fueron "víctimas de un genocidio", sostiene Soare.

En la investigación abierta por la Fiscalía no hay indicios de un plan para eliminar a menores con discapacidad, pero sí de negligencia y maltrato, y en esa línea van las pesquisas.

La mala alimentación unida a unas pésimas condiciones higiénicas, la falta de asistencia médica adecuada y el total aislamiento del exterior eran el día a día de los menores en estos hospicios.

"Solo en mi institución casi todos los niños -unos 350 por año- enfermaban física y psíquicamente", explicó a Efe Izidor Ruckel, la única persona que ha contado de forma pública su calvario.

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