Respecto a la primera vuelta hubo un incremento de casi 2 millones de votantes, ciudadanos movilizados contra Ponta por la convicción de que su gobierno obstaculizó cuanto pudo el voto de la diáspora.

Klaus Iohannis in Piata UniversitatiiFoto: HotNews / Dan Popescu

Hace poco más de dos semanas todo parecía indicar que Victor Ponta se convertiría en el próximo Presidente de Rumanía: sus rivales carecían del carisma y las tablas del otrora poderoso Traian Basescu, Klaus Iohannis –de minoría germana y luterano- sufría una dura campaña nacionalista por parte del PSD, partido con mayor implantación en el país y, en definitiva, todas las encuestas daban una ventaja al candidato socialdemócrata de entre 8 y 10 puntos.

Elcaos organizativo del voto de la diásporaen la primera vuelta es un hecho incontestable: escasas secciones de voto en ciudades con grandes colonias de rumanos, escasez de sellos electorales y cabinas de voto, negación de la prolongación de la hora de voto y, sobre todo, la introducción del requisito de rellenar delante de la comisión una declaración jurada comprometiéndose a no haber votado en otro lugar. Como consecuencia de todo ello miles de ciudadanos, tras largas horas de cola, no pudieron votar el pasado 2 de noviembre.

Podría alegarse en favor de las autoridades que se vieron sorprendidos por la gran afluencia de votantes –pese a que 161.262 votantes en todo el mundo en la primera vuelta no pueda ser considerada una cifra inabordable. En ese caso deberían haber actuado con celeridad, lamentando en primer lugar el hecho de que miles de ciudadanos no hubieran podido ejercer su derecho a voto y después poniendo todos los mecanismos en su poder para que esa situación no volviera a repetirse dos semanas más tarde.

Sin embargo, se percibió que desde el gobierno se mentía –una campaña muy hábilmente desarrollada por la Alianza Cristiano Liberal sobre todo en las redes sociales-; el caos no fue tanto consecuencia de la incompetencia de las autoridades como un acto deliberado para obstaculizar las votaciones en el extranjero, mayoritariamente contrarias al actual primer ministro Ponta.

Casi dos millones de personas que se quedaron en sus casas en la primera vuelta decidieron que en esta ocasión sí debían acudir. Se pasó de los 9.723.232 votos (53,17%) a los 11.618.845 votos (64,1%).

Victor Ponta pensaba ganar por unos 10 puntos porcentuales, un millón de votos aproximadamente. No obstante, el resultado fue justo el contrario: Iohannis 6,2 millones (54,5%) y Ponta 5,2 millones (45,5%).

El veterano expresidente Ion Iliescu, Presidente Honorífico del PSD, afirmó el día después de la derrota electoral: “Creo que se impone la celebración de un Congreso Extraordinario en el PSD para analizar el resultado de las elecciones. La presencia del 64% en la segunda vuelta debe ser analizada. Sin duda que también Victor Ponta se ha equivocado”.