El protagonista de la semana ha sido sin duda Dan Diaconescu, un periodista, empresario de televisión y aspirante a la presidencia de un siniestro sin parangón en el mundo conocido. Diaconescu, a cuyo partido populista otorgan los sondeos un 15 por ciento con el que entraría con fuerza en el próximo Parlamento, había ganado al final de la semana pasada la subasta por el combinado químico público Oltchim.

El periodista del pueblo debía enseñar en el Ministerio de Economía los 45 millones de euros que le costaría la fábrica. No lo hizo, como Ponta había anticipado, pero dio media vuelta y acompañado por el pelotón de reporteros se fue a su banco a sacar dinero para pagar los salarios de los sufridos trabajadores de la Oltchim hasta que la privatización se hiciera efectiva. Subido a su jeep y acompañado de abogados y guardaspaldas, regresó al ministerio con siete bolsas llenas de euros: al parecer tres millones de euros en efectivo que el ministro debía repartir como leche en polvo de Cruz Roja entre los empleados.

El justiciero había cortado impunemente la calle de la Victoria. Estaba desde hacía horas en todas las teles de noticias, y probablemente ganaba en votos lo que éstas en audiencia. Los agentes que vigilaban el párking no dejaron pasar a la comitiva, y Diaconescu hubo de entrar sólo y sin los sacos. Entre denuncias de conspiración y preocupación por los obreros a quienes no el malvado Ponta no le dejaba ayudar flanqueó la puerta del edificio gubernamental, para ver cómo perdía para siempre una empresa con la que nadie sabe qué quiso hacer.

Podríamos especular aquí si hubo alguien detrás del esperpéntico Dan o lo hizo todo sólo, quizá para ganar votos. Podríamos hacerlo y no llegaríamos a nada. Si acaso a la conclusión de que si Diaconescu era el hombre de alguien ese alguien tenía intereses electorales: este Robin Hood sin dientes y de trajes dos tallas más grandes del mercado de Obor sería la última opción de un empresario discreto que sólo quiera ganar dinero.

Como no lo sabremos, la pregunta clave para quienes no entendemos nada se la puso Mircea Badea a Ponta la noche de autos en Antena 3: ¿cómo es posible que pueda ganar la licitación un particular de la fama de Diaconescu sin presentar el dinero? ¿Podrá ganar el concurso por la próxima privatización de la compañía ferroviaria de mercancías la apetitosa Daniela Crudu si se presenta con la mejor oferta, aunque no lleve en el bolso ni vaya a tener nunca lo que valen los trenes? Para quienes no la conozcan, y deberían, la Crudu es la más en boga vedette erótica de televisión. Ponga en su lugar cada hispano a la estrella televisiva más fogosa y sórdida de su país y entenderá que supondría tener a Daniela al frente de los trenes, aunque sólo fuera por unos días como ha ocurrido con Dan. Volviendo a la pregunta, Ponta contestó que hasta ahora sí.