El absurdo es un estilo de humor que siempre me ha gustado. Se encuentra a menudo en series británicas. Acostumbra a ser un humor inteligente a pesar de lo ridículas de las situaciones. En una entrevista en que al actor Stephen Fry le preguntaban cuáles son las diferencias entre el humor inglés y el americano contestaba que el segundo muestra situaciones en que el protagonista acostumbraba a ser una especie de tipo con suerte, incluso a menudo un héroe (Ben Stiller, Jim Carrey…), mientras que en las Islas el protagonista es más bien un hombre sin ninguna fortuna, por lo general sin muchas luces, un fracasado que nunca consigue lo que desea. Decía Fry que eso se debe al optimismo de la sociedad americana y al sentido de culpa que arrastra a la europea. El humor británico sabe mostrar el absurdo y hacer reír por la situación en sí, sin usar o abusar de lenguaje soez y sin mostrar fobias, al menos el que se ve en la televisión y que empecé a conocer en George & Mildred, los Ropers, en los 70′s. Quizá algún lector se acuerde de ellos. Los personajes son tan tontos que caen bien.

José Miguel ViñalsFoto: Hotnews

El absurdo español es menos fino, y lamentablemente a veces no lo ves en televisión sino que te encuentras con él en el día a día. Es el absurdo en toda su dimensión, si no fuese real te haría reír pero que cuando lo vives te sorprende, te descoloca. Hace poco he vivido una de esas situaciones tan absurdas que resultarían cómicas de explicar si no fuese por las implicaciones económicas.

Poco tiempo atrás me reuní con el responsable de compras de una muy importante cadena de supermercados de Rumanía. No era un encuentro planificado con antelación, pero fui a la sede de esa empresa por otros motivos y durante la visita me presentaron a este señor y aprovechamos para mantener una conversación sobre la posibilidad de importar aceite de oliva para venta en sus establecimientos. Hoy por hoy compran aceite español a través de un importador polaco y encontrar una alternativa directa podría ser una buena idea. Sabiendo lo difícil que es llegar a ciertos responsables de compra, el hecho que uno de ellos me solicite directamente un producto no deja de ser una suerte.

Tengo un amigo en Jaén, tierra de olivares, que siempre me dijo que me podía poner en contacto con productoras. Inmediatamente a mi regreso al despacho le mandé un email solicitando esos contactos. Al día siguiente ya disponía del email de un productor. El 9 de junio me llamó el dueño de la empresa productora para presentarse y presentar su aceitera. Estaba de viaje en el extranjero, pero quería llamarme enseguida para comentarme su interés en la operación y disposición en lo que necesitase. Al poco hablé con la responsable de exportación, en Jaén, para solicitarle una tarifa EXW en el almacén del cliente con la que poder presentarme al director de compras. Para darle un nombre ficticio, llamémosla María. En esa primera conversación la mujer fue muy amable, incluso comentamos la posibilidad de usar para el transporte alguna de las empresas que son clientes míos y que hacen de vez en cuando el trayecto Rumanía / Jaén. Me quedé muy satisfecho y seguro de que podría presentarme en la central de compras con algo sólido. Iba a dar la cara por esa empresa, a la que no conocía pero que me recomendaba mi amigo, y esa primera impresión valía mucho.

Al día siguiente, para poder ir solicitando la reunión con el comprador, la llamé para saber cuándo dispondría de las tarifas. Su tono era distinto. De la amabilidad del día anterior parecía haber pasado a un cierto agobio. Me dijo que tenía mucho trabajo y que me la mandaría cuando pudiera. Me dijo además el transportista que le había propuesto era carísimo, cosa que me sorprendió pues conozco que sus tarifas son de lo más ajustadas. Del usted ya pasó al tú, y a un tono que no me resultó nada agradable, como si mi llamada la molestase.

María mandó las tarifas el mismo día 10. En ellas ponía EXW al almacén del cliente e incluía el % pactado de comisión que ella misma me propuso. Aquella tarde mandé un email al propietario para comentar algunos particulares sobre los productos que en quería el cliente. Me llamó al poco, igualmente muy cordial, no comenté nada sobre el tono de su encargada en Jaén (habrá tenido un mal día). A raíz de la conversación decidimos que la tarifa debía incluir algunos cambios que al día siguiente comentaríamos con María.

Así pues el 11 la llamé. “Sí, ya he hablado con el jefe, pero mira, yo no estoy para estar cambiando las tarifas cada día, que si ahora EXW, que si ahora no, que si un descuento, que si otro. Yo tengo mucho trabajo, me ocupo de 30 países y voy desbordada, además pronto me voy de viaje”.Sumen a eso un tono completamente impresentable, de hastío, y una “familiaridad” completamente impropia, claramente irrespetuosa. Le dije que la organización de su empresa no era problema mío, y que si creemos que hay que hacer cambios para conseguir al cliente pues alguien los ha de hacer, sea ella o un compañero, y que si lo prefiere que me mande un word o excel en lugar de un PDF y ya los haría yo. Al colgar mandé un email al dueño, solicitando que me llame cuando pueda. Le quería comentar el episodio. Para mi, la de María, es una actitud irracional si es que quieren vender. Hay que adaptarse al mercado y a los clientes y si eso implica cambiar una oferta 15 veces pues se cambia. ¿Cómo se atreve además a hablarme con desdén? ¿No soy su canal de venta para llegar a un potencial cliente de gran importancia? O aunque no lo fuera, ¿qué educación demuestra?

Recibí las tarifas de nuevo. Donde me esperaba precios menores, me encontré un aumento. Pedí una explicación por email. María me dijo que en esta tarifa estaba incluido el transporte, dando a entender que en la anterior no. La comparé con la primera, también en ella decía EXW al cliente. Es decir, transporte incluido. No insistí.

Pasaron los días. El jefe no me contestó. El lunes 16 le llamé a la sede. Sabía que volvió el viernes. La telefonista me comentó que otra vez estaba de viaje. Le pregunté si leía los emails. Me dijo que sí. Mandé otro por si acaso el primero no lo había visto. Tampoco he obtenido respuesta.

El absurdo en toda su dimensión.

Quizá mejor así. Si la empresa productora muestra esta falta tan enorme de servicio y de atención al cliente, mejor saberlo de entrada que no una vez la haya presentado al cliente. Me pregunto cómo puede haber tal desidia, y me sorprende, pero qué le vamos a hacer, es lo que hay. En francés se llama “Jem’enfoutisme”, algo así como “me importa usted un rábano”.