Carol I de Rumanía desvió al famoso tren en su viaje inaugural para visitar el palacio Peles.

fakepath\Carol IFoto: Hotnews

A las seis de la tarde del 4 de octubre de 1883 partía de la estación parisina de Estrasburgo –posteriormente denominada Gare de l´Est- el primer Orient Express con destino a Constantinopla, en un periplo de más de 3.300 kilómetros que atravesaría siete países.

El convoy estaba compuesto por una moderna locomotora Buddicon, dos coches-cama con una capacidad de 20 pasajeros cada uno, un furgón correo, un coche-restaurante y un vagón para el transporte de equipajes.

Todos los pasajeros eran invitados del belga Georges Nagelmackers, presidente y fundador de la sociedad propietaria, Compagnie Internationale des Wagons-Lits.

Las condiciones del tren eran de una suntuosidad impactante: confortables sofás que se transformaban por la noche en cómodas camas, amplios aseos adornados con mármoles de Carrara y porcelanas alemanas, muebles estilo Luis XVI, dibujos y acuarelas originales de Delacroix o Decamps y un sistema de calefacción propio e innovador. Los menús y vinos eran similares a los de los mejores restaurantes de París y existía un salón para fumadores amueblado con butacas tapizadas de cuero y estanterías donde se podían leer libros de viajes, mapas y periódicos alemanes, franceses e ingleses.

Todas las ciudades importantes a las que llegaba el tren –Estrasburgo, Múnich, Viena, Bratislava o Budapest- agasajaban a los viajeros con recibimientos festivos y recepciones de las principales autoridades que incluían bandas de música, bailes tradicionales y opíparas comidas.

La llegada a Bucarest se produjo a las cinco de la madrugada del día 7 de octubre, hora intempestiva que impidió la celebración de festejos similares a los precedentes.

Por ello, el rey Carol I de Rumanía ordenó que se realizara una recepción oficial en Sinaia, alterando de esta manera el trayecto previsto inicialmente. La terquedad del monarca no aceptó una negativa, así que el tren se dirigió al palacio real, situado a 120 kilómetros de Bucarest. El rey estaba deseoso de mostrar a los distinguidos pasajeros el palacio Peles, todavía inacabado.

Tras una recepción en la que el propio rey mostró las estancias del palacio –decoradas con un pretencioso y dudoso gusto-, el tren reanudó su marcha a medianoche, llegando a las ocho de la mañana a Giurgiu.

Ya en territorio búlgaro los pasajeros abandonaron el tren para embarcarse en un vapor con el que cruzaron el Danubio; posteriormente tomaron otro tren, éste mucho más modesto, con el que llegaron a Varna y de allí un transbordador para llegar a Constantinopla el día 9.

No sería sino hasta 1889, año en el que se terminó la vía férrea Belgrado-Sofía-Svilengrad, cuando el Oriente Express realizaría el trayecto París-Constantinopla en un mismo tren, sin trasbordos.

Tras múltiples visicitudes -dos guerras mundiales incluidas- y la configuración de diferentes rutas, el desarrollo del transporte aéreo provocó la decadencia del Orient Express, realizando sú último viaje en 1977.

A partir de 1998 se intentó resucitar el espíritu del proyecto. El viaje se realiza en septiembre y el precio del billete ronda los 6.000 euros por persona.