Mircea Cartarescu tiene unos ojos melancólicos, como sembrados de una nostalgia absoluta, telúrica, hundida en la noche de los tiempos de su tierra rumana. Hasta su mirada es literatura. Y de la mejor. Él no lo dice, pero el Nobel adornará algún día su biblioteca, porque es uno de los gigantes de la literatura contemporánea, relata el diario ABC.

Mircea CartarescuFoto: Tolo.ro

A sus cincuenta y seis años, su obra abarca todos los géneros literarios. La editorial Impedimenta ha reeditado a finales de 2012 «Nostalgia» (existe una edicion de 1993 llamada «El sueño», de Seix Barral) una de sus primeras obras, compuesta de varias narraciones y de enorme trascendencia en su trayectoria. Es, como señaló Mercedes Monmany en ABC Cultural, «una prosa cautivadora, entre lírica, siniestramente cómica, especular y metafísica, siempre llevada hasta el límite». Cartarescu responde al otro lado del correo electrónico desde su Bucarest natal pero tantas veces fantasmagórico bajo la sombra todavía alargada del «Conducator» Ceaucescu.

—¿Como fue el camino hasta llegar a convertirse en escritor?

«Mi afición por la lectura llegó a ser una patología»

—Como suele suceder, antes fui un gran lector. En mi adolescencia no hacía otra cosa que leer. Mis compañeros, mis colegas de entonces, tocaban la guitarra, iban detrás de las chicas o eran maniáticos de los primeros ordenadores. Sin embargo, yo solo me recuerdo leyendo. Cada vez que descubría un nuevo escritor, me sentía alucinado, como si estuviera delante de un mago, de un hechicero. Me preguntaba, ¿pero cómo ha podido escribir esto? Mi vida era la poesía, la literatura. Incluso mis padres llegaron a preocuparse, ya que mi afición por la lectura llegó a ser como una patología esquizofrénica, hasta me negué a salir a la calle, mis paisajes, mis amigos, estaban en los libros.

Cartarescu: «No han vuelto los vampiros, pero Rumanía es un país oscuro y gris»

ABC

Portada del libro

—Y la paranoia lectora no terminaba.

—No, pero llegó un momento en el que no encontraba en los libros algo que necesitaba, que me dijeran algo acerca de mí. Entonces, empecé a escribir para descubrirme a mí mismo. Todos mis libros son como mapas de mi cerebro. Mi literatura es una suerte de cartografía, o haciendo un juego de palabras, son cartarescugrafías. Los mitos, fantasías, paisajes imaginarios, juegos infantiles, edificios fantásticos, todo lo que escribo está vivo bajo los huesos de mi cráneo, en mi cerebro.

—El escritor ya estaba ahí.

—Sí, empecé a escribir como un profesional en la universidad. Al principio yo era un poeta (y todavía lo soy). Publiqué siete libros de poemas antes de escribir algo en prosa.

Del verso a la prosa

—¿Cuándo tuvo lugar el salto?

—Justo cuando cumplí treinta años... y hasta ahora, aunque creo que sigo escribiendo poesía pero de otra forma en libros como «Nostalgia», «Travesti» y la trilogía «Orbitor», a la que yo llamo mi «Moby Dick» porque tiene más de mil quinientas páginas. Y escribo un diario, literatura infantil, ensayo... y en estos momentos estoy inmerso en un libro que es muy especial, una mezcla de filosofía, utopía y poesía.

—¿La literatura rumana de goza buena salud?

—A mí me gusta, aunque creo que es difícil para los extranjeros, porque nunca ha sido traducida correctamente. Pero hay escritores fantásticos, enormes, como lo fue en el siglo XIX el poeta Eminescu, y hay grandes autores contemporáneos. Suele ser una literatura muy imaginativa, fantástica. Para que los españoles lo entiendan, tiene mucho que ver con el realismo mágico latinoamericano.

—¿Es igual de optimista ante la situación del país?

—Hoy en día, Rumanía es un país muy oscuro y triste, y no me refiero a Drácula ni a los vampiros, pero nuestra política se ha convertido en algo muy extraño. Creo que nos estamos hundiendo, zozobrando como un barco con todos dentro. Nos estamos alejando de la democracia, de una manera decente de ver las cosas. Nos faltan valores y nos acostumbramos al odio. No me gusta la situación actual, y estoy bastante asustado. Si no fuera por eso, Rumanía es un país normal, con alegría de vivir, tan hermoso como España y con gente igual de agradable.

—¿Influyó la dictadura comunista en su literatura?

«De niño pasé hambre, fui despreciado en mi tierra»

—Yo escribo sobre mi vida interior, la Historia no es mi tema principal, pero la realidad es que sufrí mucho por ser rumano y por haber nacido en un momento equivocado. Este destino siempre me ha presionado desde mi infancia. De niño supe lo que es tener hambre, estar oprimido, despreciado en mi propia tierra. Tenía la esperanza de que las cosas cambiarían después de la revolución, pero por desgracia no fue así.

—¿Es fácil vivir como escritor en su tierra?

—No, decididamente no. Primero, claro, por las dificultades materiales, pero sobre todo por el clima terrible, social e intelectualmente, en el que se ven obligados a vivir, repleto de frustración y odio.

— ¿Cuáles son los autores extranjeros que siempre ha seguido?

—Oh, muchos. Kafka, Musil, Joyce, Dostoievski, Unamuno, Cortázar, Sábato, García Márquez, Pynchon...

—Se le permite que haga publicidad de su libro.

—«Nostalgia» es un libro tierno, de amor. Es un libro sobre los sueños, sobre soñadores, sobre la sensación agridulce de vivir.

—¿Qué relación tiene con la cultura española?

—Me es muy familiar, me siento a gusto en ella, como en casa, como en la propia España cuando la visito.