La premio Nobel Herta Müller describe el infierno de la vida de un "campo de trabajo" del stalinismo, en la novela "Todo lo que tengo lo llevo conmigo".

Herta MullerFoto: HotNews.ro

​A veces me pregunto si el odio y el prejuicio étnico no serán estrategias innatas del ser humano, quien, en el contexto de la naturaleza toda, quiere sobrevivir a fuerza de neutralizar al "otro" para asegurar su espacio vital. El "otro" es estigmatizado y sus rasgos se manipulan hasta lograr su demonización y procurar su exterminio, explicaLa Gaceta Literaria.

Herta Müller (1953), Premio Nobel de literatura 2009, nos convoca a un holocausto no tan conocido: el que padecieron en la posguerra los rumanos de origen alemán (alemanes, ergo, nazis… ¡qué sencillo!) bajo el gobierno comunista digitado por Moscú. Rumania, signataria del Pacto de Varsovia, consideró válido usar a estos campesinos suabos, afincados por siglos en su territorio, como mano de obra esclava para ayudar a reconstruir la Unión Soviética, y permitió la lenta y terrible sangría de esta gente rumbo a remotos "campos de trabajo" del régimen de Stalin.

Los totalitarismos y el exilio tocaron de cerca a Müller: un padre soldado de las SS durante la ocupación nazi, y una madre que sufrió cinco años de exilio forzado en Rusia y nunca quiso hablar sobre ello. La dictadura de Ceasescu censuró el primer libro de Herta, una colección de cuentos. No sorprende que el tema central de Todo lo que tengo lo llevo conmigo sea la gradual deshumanización de la persona ante el poder omnímodo.

El libro surgió de la amistad de Müller con el poeta Oskar Pastior, de raíces también germanas. Marcados por la experiencia de otro exilio -positivo ahora, al haber huido de Rumania y encontrar su lengua y la experiencia de vivir sin miedo-, el libro iba a narrar los años de Pastior en su cautiverio ruso, pero la muerte del poeta en 2006 dejó a Herta con copiosas notas, que completaría y publicaría con éxito en Alemania.

Por momentos, el texto recuerda las tremendas páginas de Primo Levi, pero Müller, elaborando los recuerdos de Pastior, construye un héroe complejo, desde el adolescente que tiene experiencias homosexuales y que parece ignorar lo que es la alegría, hasta el hombre melancólico que se siente marginado pero que posee una percepción exquisita de la naturaleza y de la vida en general. El texto se construye en episodios breves, cada uno centrado en un tema: Sobre los viajes, Álamos negros, Cemento… cada uno con un abordaje tan realista como emotivo, con su cuota de poesía, de miedo, de esperanza, y con el "ángel del hambre" siempre rondando.

Dijo Müller, diagnosticando el mal de aquella Rumania amarga y abúlica: "No había país. Solo había Estado."