​En el puerto ucraniano de Izmail, sobre el río Danubio que marca la frontera con Rumania, los camioneros se impacientan, pues sus vehículos están repletos de cereales. A unas decenas de kilómetros, en el puerto rumano de Sulina, donde el río desemboca en el mar Negro, los barcos aguardan con igual impaciencia el momento de ir a cargar granos a Ucrania, informó AFP.

Dubova, DunareFoto: Jürgen Sorges/ Profimedia

De memoria de marino, nunca tantos barcos de todo tipo y banderas distintas se observaron en la línea del horizonte frente a Sulina. La invasión rusa cambió todo: el bloqueo por Rusia de los puertos ucranianos, comenzando por el de Odesa, paralizó las exportaciones de cereales de ese país, uno de los principales productores mundiales de trigo.

“La alternativa es el Danubio”, que traza una frontera natural entre Ucrania y Rumania. “El gran problema es la capacidad de las infraestructuras en el río”, dice Iury Dimchoglo, vicepresidente del Consejo regional de Odesa. Desde que comenzó la guerra, a fines de febrero, “solo 1.5 millones de toneladas de cereales pudieron exportarse por esa vía”, señaló. Una gota de agua en comparación con los 20 millones a 25 millones de toneladas bloqueadas en Ucrania, según el presidente Volodimir Zelenski.

Alimentar al mundo

El granjero Zyabkin Vyacheslav, que trabaja a 35 km del puerto, no ha podido colocar “ni un kilo en los barcos del Danubio”. Eso debido a que se le ofreció un precio de compra mucho más bajo que los costos de explotación, explica. Vyacheslav considera que la solución por el Danubio conviene sobre todo a los pequeños agricultores, que tienen pocas cantidades para ofrecer. Y para quienes lo puedan hacer, el trayecto está lleno de peligros.

En primer lugar, por los embotellamientos en la carretera: los camiones convergen desde el sur del país con la esperanza de descargar en el Danubio. Una vez llegados a puerto, nuevas esperas. Sergui Gavrilenko, un camionero de 45 años, camiseta con rayas azules, sombrero caqui y gafas de aviador, se lava con un bote de agua que lleva en su cabina.

Antes de la guerra, para esa operación “se requería una jornada, ahora se necesitan tres. Cuentan con nosotros porque es por el bien del país y para alimentar el mundo”, afirma en esta jornada calurosa.

Sin descanso

Las embarcaciones que encaminan mercancías río abajo hasta el mar Negro llegan con cuentagotas. Frente a Sulina, un centenar de buques espera entre siete y diez días antes de poder remontar el río hacia los puertos ucranianos. “Nuestro volumen de trabajo aumentó mucho. Estamos trabajando de sol a sol”, dice Gabriel Danila-Mihalcea, de 28 años, capitán del “Andreea M”, que realiza trayectos entre Sulina y el mar Negro.

Su misión es crucial: trasladar a bordo de cada barco a un marino que tomará el timón hasta el puerto de destino. Esta regla fue ratificada en 1948 por la Convención del Danubio, a causa de los peligros provocados por las inestables aguas. “No descansamos”, dice bajo condición de anonimato uno de los 36 navegadores aplicados a esta tarea. “El mes pasado, 400 barcos pasaron por Sulina, ¡fue un récord!”, exclama el mecánico de la embarcación, Mihai Calin, de 48 años, 30 de ellos navegando.

Huracán de hambrunas

“El tráfico se triplicó con relación a mayo del 2021″, confirma el secretario de Estado rumano de Transportes, Ion Popa. Administrar ese aumento es “un esfuerzo para Rumania”, agrega, y expresa su deseo de una ayuda europea. Después de ser responsabilizados por las largas esperas en la rada, Rumania y Ucrania instalaron a fines de mayo un comando conjunto que decide el orden en que los barcos entran al Danubio.

Los fletados para el transporte de cereales son ahora prioritarios. Cerca de 700,000 toneladas fueron transportadas desde inicios del conflicto a través del puerto rumano de Constanza, en el mar Negro, a bordo de barcazas, trenes o grandes camiones, subraya Popa. Pero las filas de espera en los puestos fronterizos carreteros y ferroviarios se alargan cada día.

Antes de la guerra, Ucrania era el cuarto exportador de maíz, estaba a punto de convertirse en el tercer exportador mundial de trigo y garantizaba el 50% del comercio mundial de granos y de aceite de girasol. Si la crisis dura, la ONU teme “un huracán de hambrunas” en los próximos meses.