​No son muy conocidos los Cárpatos orientales de Rumanía. Su lejanía y menor altitud hace que no se encuentren entre los macizos más visitados del país. Por esto nos decidimos a conocerlos.

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La ruta desde Bucarest es larga ya que nos separan unos 450 km y la media en coche es de unos 50 km por hora. No obstante, el camino es precioso y merece la pena ir con tiempo y detenerse a ver maravillas de la naturaleza como el Lacul Sfanta Ana, Lacul Rosu y Cheile Bicaz, un impresionante desfiladero calcáreo que comunica las regiones de Transilvania y Moldavia.

Ya entrando en Modavia podemos apreciar de lleno el macizo Ceahlau. Con forma de muela, se eleva muy vertical sobre el pantano de Bicaz presentando un aspecto similar al Tepuy de Roraima, en Venezuela. La mejor forma de acceso es a través de la estación de montaña de Durau. Allí llegamos ya anocheciendo después de 8 horas de traqueteo por las destartaladas carreteras del país. Diana, quien regenta la pensión de su mismo nombre, nos cuenta que es una zona a la que, debido a su lejanía, no accede mucha gente y que únicamente en verano tienen clientela cada día. Nosotros somos los únicos este fin de semana. Enseguida nos quedamos con el acento de la gente moldava, muy diferente al de Bucarest. Tiene una sonoridad parecida al ruso. Está claro que estamos en el este del este.

Muntii Ceahlau

Muntii Ceahlau

Foto: Fausto López Salgado

Al día siguiente emprendemos el ascenso. La ruta sale de Durau, a 800 metros. Enseguida nos adentramos en un espeso bosque de coníferas y tras una suave subida de 1 hora y media llegamos a la Cascada Duruituarea. Un precioso lugar al que llegan unos cuantos domingueros con sus chandales y redondas barrigas acompañados de sus hijos y parejas. Un buen espectáculo. A partir de la cascada la subida se hace dura y el dominguerismo desaparece radicalmente. Después de dos horas de esfuerzo llegamos a la meseta que ocupa la parte superior del macizo. La vegetación se hace más escasa y la vista es realmente espectacular. Montañas, valle, ríos... Sin duda estamos en un lugar remoto dentro de Europa. Un poco más y llegamos a nuestro objetivo, Cabana Dochia, a 1.750 metros, donde pasaremos la noche.

Después de una noche tranquila en la extraña Cabana Dochia emprendemos el descenso por otra ruta hacia Durau. La bajada es preciosa y en ella podemos apreciar las formaciones rocosas que caracterizan al macizo y que junto a la cantidad de vegetación endémica existente hicieron que se declarara parque nacional en 1955. Una de las piedras más curiosas es la que llaman Dorobanti ya que, según dicen, tiene una forma parecida a la que tenían los soldados de infantería rumana del siglo XIX y que también da nombre a una conocida calle de la capital.

Retornamos a Bucarest atravesando las planicies moldavas y cruzando por esas ciudades llenas de bloques comunistas que caracterizan este país. Ya en la capital nos decimos que pronto iremos a conocer otros rincones. Y es que ¡Rumanía nunca falla!

Si quiere conocer las entrañas de los Cárpatos, acceda a la página web deTransilvaniatrekking.com.

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