En el oeste de Rumanía se encuentra la región de Banat. No es una zona tan conocida como Transilvania pero, sin duda, tiene un gran atractivo tanto cultural como paisajístico. Hace unas semanas hice una ruta en coche por la zona a la búsqueda de los pueblos donde vive la minoría checa que desde principios del siglo XIX habitan la zona.

cheile-nereiFoto: Fausto López Salgado

La entrada se hace desde el Danubio, allí donde se estrecha dando lugar a las famosas Portile de Fier. Las carreteras son infames y la mayor parte de tierra ya que el gobierno rumano tiene a esta zona muy abandonada y no realiza ninguna inversión en ella. En Ravensca hay un buen lugar donde alojarse; se trata de unas cabañas situadas en un paraje extraordinario. Sus habitantes hablan en checo aunque conocen el rumano y el trato con ellos es fácil y agradable. Eso sí, el único establecimiento del pueblo es un "magazine" con poco abastecimiento, así que se recomienda llevar todos los víveres con uno mismo.

ravesca

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Foto: Fausto López Salgado

Siguiendo la ruta de los pueblos checos me encontré con Sfanta Elena, preciosa localidad con una peculiar arquitectura perfectamente conservada. A la entrada del pueblo se encuentra el magazin-pensión Adry. Su dueño, llamado Pepsi, es un checo que trabajó durante 20 años como taxista en Nueva York para después retirarse a su pueblo natal. Él me cuenta que apenas quedan viejos en la zona ya que los jóvenes, incluido su hijo, se han ido a la República Checa donde tienen mejores oportunidades laborales. En 10 años no va a quedar nadie aquí -dice Pepsi. El pueblo se ha llenado de molinos de viento que una empresa austriaca ha instalado sin respetar una distancia mínima con la zona habitada. Un gran perjuicio puesto que por la noche sus habitantes no pueden dormir debido al ruido y muchos turistas checos que han venido se quejan de esto. Pepsi se muestra preocupado ya que peligra su negocio.

ravensca

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Foto: Fausto López Salgado

Cerca de esta zona checa está el parque nacional Cheile Nerei, un impresionante desfiladero originado por la erosión del río Nera. Una ruta de 8 horas permite recorrerlo en su totalidad disfrutando del paisaje y de sus aguas no demasiado frías. El acceso se hace desde Sasca Montana donde hay un par de pensiones y restaurantes para pasar la noche.

Un lugar perdido y desconocido de este país que sorprende por su paisaje y su etnografía. Como siempre, Rumanía nunca falla.

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