“Me esperaban a la salida del banco para robarme todo el dinero que me había enviado mi hermana bajo la atenta mirada de la policía del régimen de Gadafi, que incluso me llegó a torturar en varias ocasiones por inmigrante”. Así de contundente cuenta Aseb, de 29 años, quien llegó a Libia en 2009 tras abandonar su país natal, Eritrea, para escapar de la guerra en la que casi pierde un brazo.

TimisoaraFoto: USER UPLOADED

Ahora, el joven africano espera que sus documentos se regularicen rápidamente para trasladarse en breve a Holanda después de haya pasado unos seis meses en el centro de tránsito en régimen de urgencia de Timisoara, al oeste de Rumania, primer punto de Europa donde convergen refugiados e inmigrantes ilegales.

“Intento dejar de lado las secuelas del pasado, de los 16 metros cuadrados que compartíamos unas 60 personas, del año vivido en prisión, de las palizas que recibíamos por ser negros y sin que pudiéramos ir a los hospitales por temor a más represalias. En este momento, me quiero centrar en mi nueva vida”, relata Aseb en un inglés comprensible después de haber estudiado el idioma desde hace poco meses.

Obligado a huir de la violencia una vez más, el joven eritreo retomó el camino del éxodo en el campo improvisado de Choucha, situado en la frontera entre Túnez y Libia. “Hemos traído a unos 100 refugiados procedentes de Libia tras la guerra civil en este país, pero también personas de Túnez, Egipto, Somalia e Irak”, explica Carmelia Nitu, representante de Timisoara del Alto Comisionado para los Refugiados de la ONU (UNCHR).

Sin embargo, la convivencia en el centro parece alterada desde la llegada de los inmigrantes clandestinos o “silence seekers”. “La atmósfera ha cambiado desde la llegada de inmigrantes económicos, sus intereses son distintos”, subraya un joven de Sri Lanka, que también huyó de la guerra civil.

Cada vez vienen más inmigrantes del norte de África, en concreto, Túnez, Egipto, Argelia y Marruecos, que piden asilo. Muchos norteafricanos están descartando el cementerio marino del mediterráneo, por lo que eligen marcharse a Turquía por avión antes de tirar su pasaporte y cruzar las fronteras clandestinamente con itinerarios más o menos distintos: Grecia, Macedonia, Serbia y Rumania.

“Timisoara es la nueva ruta de los inmigrantes ilegales, ya que se encuentra cerca de Hungría”, asegura el representante de UNHCR, Peter Wijninga. Pero, se debe también porque resulta más barata, con un coste que puede oscilar entre 450 y 600 euros.

Desde hace meses, la policía rumana lleva arrestando a muchos inmigrantes en los puestos fronterizos con Hungría y Serbia, pero las autoridades locales han constatado un fuerte aumento de número de personas que entran clandestinamente desde febrero.

La mayoría de los inmigrantes se marchan de sus lugares de origen para mejorar su calidad de vida. Ganar más dinero, tener una casa o un coche no es posible en sus países, por lo que no tienen otra opción sino que intentar entrar a la Unión Europea.

Este reportaje fue elaborado en abril de 2012.