Martinsa-Fadesa anunciaba en 2007 la construcción de un nuevo gran barrio sobre 64 hectáreas de suelo en el norte de Bucarest (Rumania), en el que construiría más de 6.700 viviendas de golpe con una inversión de 850 millones de euros. Siete años después, la inmobiliaria que preside Fernando Martín no ha puesto ni un ladrillo ni piensa hacerlo. “No hay previsto ningún plan de inversión”, dicen desde la compañía. Ante el agotamiento del mercado español, la empresa acudió a varios países de Europa del Este: Bulgaria, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría... Allí fueron decenas de promotoras que, a su vez, arrastraron a proveedores e inversores que hoy siguen atrapados en esos mercados, cuenta Lluís Pellicer en un artículo del diarioEl Paíspublicado el pasado 13 de julio.

Cabluri intre cladiri, in pofida proiectului NetCityFoto: NetCity Telecom

En esa estrategia de internacionalización al este de Europa, Rumania fue uno de los países preferidos para el desembarco. La Asociación de Promotores Inmobiliarios de Madrid (Asprima) editó una guía en 2009 sobre ese país en la que destacaba un crecimiento medio del 7,7% de su economía y las revalorizaciones anuales del 15% en el precio de la vivienda. Pero justo ese año iba a explotar la burbuja inmobiliaria del mercado rumano y de muchos otros de su entorno. “Simplemente pensaban que Rumania era la España de 1986 y calcularon que quedaban 20 años de boom. Su técnica era comparar precios del país de destino con los de aquí. Y si eran más baratos, iban”, explica Gonzalo Bernardos, economista de la Universidad de Barcelona.

Además de Martinsa-Fadesa, a Bucarest acudieron Astroc, Realia, Tremón, Hercesa, Prasa... Primero se instalaron en Bucarest con edificios de viviendas de lujo y luego empezaron a poner picas en Cluj, Timisoara, Constanta o Brasov. “Acudieron juntos, con el mismo modelo que tenían en España: pensaban que el negocio estaba en comprar suelo y conseguir que se recalificara. Ellos mismos provocaron un boom a corto plazo calentando el mercado. Un español compraba un terreno y se lo vendía a otro español e hinchaba los precios”, explica el consejero delegado de Irea, Mikel Echavarren. Hoy varios de los proyectos que se levantaron en Bucarest se encuentran en concurso de acreedores, la mayoría en fase de liquidación.

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