En un ambiente preelectoral europeo marcado por el ascenso de la extrema derecha y el euroescepticismo, rumanos y búlgaros siguen sin formar parte del espacio Schengen y sufren los recelos de países como Reino Unido por la recién completada entrada al libre mercado laboral comunitario, publica el diarioLa Vanguardia.

La adhesión de Bucarest y Sofía a la Unión en 2007 arrancó con algunos derechos de circulación pendientes para sus ciudadanos, a la espera de que ambos países cumplieran con ciertos requisitos relacionados con la lucha contra la corrupción, la criminalidad y la seguridad.

La libre circulación de trabajadores consiguió formalizarse el pasado 1 de enero, después de que varios países, especialmente Reino Unido, se resistieran a abrir su mercado laboral bajo el discurso euroescéptico de una presunta llegada masiva de inmigrantes y el correlativo abuso de su sistema de seguridad social.

Los ocho países comunitarios que hasta el inicio de este 2014 no les habían abierto sus fronteras laborales a rumanos y búlgaros eran Bélgica, Alemania, Francia, Luxemburgo, Malta, Holanda, Austria y el Reino Unido.

El Gobierno del británico David Cameron tomó una serie de medidas con la entrada en vigor también el primero de año para limitar el régimen de beneficios sociales del que podían disfrutar hasta ahora los ciudadanos procedentes de otro país comunitario, para en última instancia desalentar la inmigración dentro de la UE.

El comisario europeo de Empleo, László Andor, ha lamentado públicamente la medida británica y ha señalado que cree "firmemente que restringir el libre movimiento de trabajadores europeos no es la respuesta al alto desempleo o la solución para la crisis".

"La realidad es que ha llegado el día de abrir las fronteras y nadie ha visto que al aeropuerto lleguen hordas de rumanos. Es totalmente desproporcionado el discurso del miedo desatado en Reino Unido", dijo a Efe el analista de asuntos de inmigración del European Policy Center Yves Pascouau.

"Por otro lado es incontrolable que se utilice ese argumento político en este periodo preelectoral europeo y con el auge de la extrema derecha y su discurso ante la inmigración", añadió el experto.

Impredecible en el tiempo es todavía, por otro lado, la adhesión de Bulgaria y Rumanía al espacio Schengen.

Aunque la propia Comisión Europea ha dado luz verde y dictaminado que ambos países cumplen con los requisitos y capacidades para la vigilancia de fronteras, la decisión final es política y está en manos del resto de gobiernos europeos, que deben aceptar las incorporaciones por unanimidad.

"Los ciudadanos rumanos y búlgaros, ilusionados por dejar atrás el yugo comunista para integrarse con sus hermanos europeos, se han encontrado con la xenofobia de algunos políticos que nos señalan como chivos expiatorios de todos sus males", dijo en declaraciones a Efe el eurodiputado del Partido Socialista rumano Ioan Enciu.

El parlamentario añadió que los Tratados dicen que "todo el mundo tiene los mismos derechos en la gran familia europea. Pero unos son más iguales que otros", dijo el eurodiputado, que sacó pecho por que los puestos fronterizos de su país estén dotados de la última tecnología.

"¿Cuándo entrarán Bulgaria y Rumanía en Schengen? Es la pregunta del millón de euros. Será cuestión de tiempo y de humor. Quizá cuando la presión política sea menor y alguna presidencia de turno se atreva a presionar sobre el asunto", apostó Pascouau.

La eurodiputada socialista española Carmen Romero, de la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo, destacó en declaraciones a Efe que "en España hay un millón de rumanos que han sido importantísimos para la economía en los últimos años y que en muchos casos con la crisis han vuelto a su país tras trabajar un tiempo en España".

"No hay justificaciones para impedir la entrada y los derechos a los países que cumplen las reglas. El desafío de la libre circulación no es fácil, pero los beneficios son mayores que las dificultades", aseveró.