La victoria de Klaus Iohannis en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales rumanas es un hecho incontestado y de enorme relevancia política. Las consecuencias superarán sin duda lo imaginable en este momento y se irán viendo a medida que se asiente la polvareda electoral, cuenta José Miguel Viñals que publica este reportaje enLa Vanguardia.

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A esta segunda vuelta concurrían los dos candidatos con más opciones en la primera: Victor Ponta (PSD, Partidul Social Democrat) como favorito, y Klaus Iohannis (ACL, Alianta Crestin Liberala, resultado de la reciente unión de dos partidos de derechas).

Muy poca gente consideraba, hace tan solo quince días, que Iohannis tuviese muchas opciones de ser el próximo presidente, en sustitución del presidente Basescu. Su perfil no era, de entrada, el óptimo: en un país de fuerte impronta religiosa, con una gran mayoría ortodoxa, Klaus Iohannis es luterano, confesión en absoluta minoría. Pero aún más remarcable, en un país en que los ciudadanos se clasifican por etnias, con la gran mayoría rumana y un gran número de minorías (húngaros, serbios, ucranianos, alemanes…) Iohannis es de etnia alemana, descendiente de los sajones que poblaron Transilvania muchos siglos atrás y que conservan su lengua y costumbres en el día a día. Para muchos rumanos de etnia rumana, Johannis simplemente es un alemán, no un rumano (escribo esto y la televisión dice "Rumanía ha votado alemán"...). Evidentemente Iohannis siempre se ha identificado con Rumanía, es un rumano de etnia alemana, pero esta condición provocaba nerviosismo entre sus correligionarios. En un país donde la familia es muy importante, Iohannis no tiene hijos a diferencia de Ponta. Dispone Iohannis de otro punto que, en principio, podía considerarse débil, y es su poca expresividad. Es muy serio y de pocas palabras. Lo conocí en un encuentro al que asistí meses atrás en Timisoara. Me lo presentó el vicecónsul alemán, y no recuerdo que moviese ningún músculo facial cuando me estrechó la mano. En los dos debates televisivos a los que acudió con Victor Ponta, éste tomó claramente la delantera en expresividad y capacidad comunicativa. Ponta disponía de una mejor situación de partida: etnia rumana, ortodoxo, numerosa prole, mejor comunicador, sin olvidar que disponía de más medios que su adversario por el simple hecho, normal, de estar en el poder.

Pero los rumanos han escogido otra opción. Los rumanos querían un cambio y Klaus Iohannis lo representa mejor que Victor Ponta. Las aparentes debilidades de Iohannis han sido sus puntos fuertes: ser alemán le confiere, de entrada, un importante plus de seriedad, que por otro lado ha demostrado en los años previos. Ser luterano refuerza la idea anterior. Se ha ganado además gran parte de los votos de las minorías del país, quienes lo ven como un presidente que realmente los representará a todos. Su poca expresividad, ser parco en palabras, su mismo aspecto "germano" ha resultado un punto fuerte. También la Familia Real rumana, extremadamente popular, tiene origen alemán y se los considera como los modernizadores del país. Muchos rumanos han querido otro alemán a la cabeza de Rumanía.

Ponta ha reconocido su derrota, ha felicitado al ganador y ha remarcado que el pueblo siempre tiene razón. Todo esto le honra. Seguirá en el puesto de primer ministro, lo que dará pie a una cohabitación que sin duda no será fácil y se considerará temporal hasta que las próximas elecciones parlamentarias decidan la foto final.

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