Pese a existir la posibilidad de ser un voto determinante, como ocurrió en las presidenciales de 2009, la tradicional escasa participación electoral de los emigrantes rumanos hace difícil que éste sea un voto decisivo.

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Las elecciones presidenciales de 2009 provocaron la revelación de la importancia política de la diáspora rumana. En la segunda vuelta de dichas elecciones, 115.831 rumanos residentes en el extranjero –un 78,86% del total de 146.876 que ejercieron su voto válido- optaron por Traian Basescu, por tan sólo 31.045 –un 21,14%- que lo hicieron por Mircea Geoana.

La diferencia final en el voto de la diáspora rumana entre ambos candidatos fue de 84.786 votos en favor del candidato conservador, un número relativamente pequeño de papeletas. No obstante, este voto de la diáspora acabó siendo decisivo para la victoria de Basescu, quien consiguió un total de 5.277.068 votos (50,34%) por 5.206.747 de Geoana (49,66%) en el cómputo total centralizado por la Oficina Electoral Central.

El candidato socialdemócrata Geoana había conseguido ganar por 14.465 papeletas en el voto de los ciudadanos residentes en Rumanía, pero perdía –tras un intento de impugnar las elecciones por irregularidades- debido al abrumador apoyo de la diáspora al candidato de la derecha rumana.

Sin embargo, que se repita una situación como la acontecida hace cinco años sería ciertamente improbable. Se calcula que hay unos 2,8 millones de rumanos viviendo fuera de las fronteras de Rumanía (entre ellos 870.258 residentes en España según el INE de 2013). Tomando como referencia las presidenciales de 2009, por su importancia y movilización electoral, que menos de 150.000 rumanos de un total de 2,8 millones ejercieran su derecho a voto supone tan sólo un escaso 5%, un porcentaje ínfimo.

Durante estos últimos años se han estudiado diferentes fórmulas para intentar incrementar la participación de la diáspora en la vida política de Rumanía. Se habló sobre la introducción del voto por correo o del voto electrónico, se debatió sobre la necesidad de incrementar los centros de voto o incluso sobre la conveniencia de la creación de un Ministerio de la Diáspora. Nada se concretó y las propuestas quedaron congeladas para su estudio sine die.

Sólo en el caso de que volviera a producirse una pugna entre dos candidatos en la que la diferencia fuera de en torno a dos o tres puntos porcentuales el voto de la diáspora podría volver a ser decisivo, algo que en este caso parecen descartar todas las encuestas.