​El principal contendiente en la carrera presidencial es Victor Ponta, primer ministro desde mayo de 2012 y candidato del Partido Socialdemócrata, formación de la que es presidente desde 2010. Ponta tiene 42 años y de ganar se convertiría no sólo en el Presidente más joven de la historia republicana de Rumania sino en uno de los más jóvenes jefes de Estado de entre los países con un sistema de gobierno electivo, explica el historiador Alex Amaya, en su blogRomania prin perdea.

Traian BasescuFoto: Presidency.ro

Su juventud ha creado dudas en su propio campo, incluso por parte del expresidente Ion Iliescu, que alcanzó la jefatura del Estado con la Revolución de diciembre de 1989 cuando tenía ya 59 años, siendo el candidato del centro-izquierda en 1990, 1992, 1996 –perdió- y 2000. Los otros dos candidatos que el PSD ha presentado en elecciones presidenciales –Adrian Năstase en 2004 y Mircea Geoană en 2009- tenían respectivamente 54 y 51 años en el momento de los comicios. Pero lo cierto es que Ponta ha absorbido toda la atención en el PSD desde que lo preside, sin permitir que ninguna personalidad presidenciable aparte de él pueda ser cultivada con vistas a 2014. No había alternativa a Ponta, aunque en alguna ocasión se hablara del alcalde de Bucarest Sorin Oprescu –formalmente independiente- o del mismo Geoană.

En buena medida, Ponta es el enemigo principal del resto de candidatos, y es el único de entre los presidenciable más mainstream que no lucha por alcanzar la hegemonía en el espacio político de centro-derecha, intentando hegemonizar el arco que va desde la izquierda nostálgica al centro reformista. Ponta trata de representar una opción de modernización del país con algo de acento social, apelando directamente a la Rumanía real, de las clases populares y del mundo rural. Ha optado por un discurso abiertamente nacionalista y muy cercano a los símbolos e intereses de la mayoritaria Iglesia Ortodoxa.

Ponta, apoyado también por los partidos Unión Nacional por el Progreso de Rumania (exsocialdemócrata, de regreso al redil tras un tiempo de rebeldía) y Partido Conservador (nombre equívoco para una formación que sirve básicamente de vehículo de los intereses políticos del magnate Dan Voiculescu, hoy entre rejas). Para el electorado de centro-derecha, Ponta representa en verdad el sistema de redes clientelares heredado del socialismo, basado en las puertas giratorias, las baronías locales y las relaciones íntimas entre servicios de inteligencia y élite extractivas nacionales.

Con todo, Ponta lidera las encuestas en la primera vuelta, con una media de un 41% desde principios de verano- y también en la segunda vuelta, con una media del 54% aunque dependiendo del sondeo alcanza máximos del 59% y mínimos de un 51%. En caso de ganar, Ponta no ha aclarado quién sería su opción para el puesto de primer ministro. En más de una ocasión ha señalado que debería ser una persona de diferente partido político al suyo, lo cual daría al traste con las esperanzas de Liviu Dragnea, actual viceprimer ministro y gestor del PSD en nombre de Ponta. Un rumor reciente, sin embargo, sitúa al actual Director del SRI (servicio de inteligencia interior) George Maior como posible candidato a la jefatura de gobierno. Maior es padrino de boda de Ponta y su esposa, Daciana Sârbu, a su vez hija del influente barón socialdemócrata Ilie Sârbu.

Klaus Iohannis, alcalde de la ciudad de Sibiu desde hace catorce años, es aparentemente el principal rival del primer ministro. Perteneciente a la minoría de alemanes de Transilvania, Iohannis busca personificar una opción electoral más europea que Ponta, con tintes de eficiencia tecnocrática. Iohannis, de 55 años, es el candidato de la coalición formada por el Partido Nacional Liberal (PNL), del que es presidente desde junio, y por el Partido Demócrata-Liberal (PDL).

Con Iohannis, el PNL ha pasado de pertenecer a la familia política liberal a ser parte del grupo popular en el parlamento europeo, en el que se halla también el PDL. Está próxima una fusión entre ambas formaciones, que mientras tanto funcionan electoralmente bajo la denominación Alianza Cristiana Liberal (ACL). La persona elegida por Iohannis para ser primer ministro en caso de ganar es el miembro del PDL Cătalin Predoiu, exministro de Justicia entre 2008 y 2012. Iohannis hubiera sido nombrado primer ministro en 2009 si el candidato socialdemócrata a la Presidencia, Mircea Geoană, no hubiese perdido por 0,6 puntos contra el actual Presidente Traian Băsescu.

La cercanía entre PSD y PNL llevó más tarde a una alianza electoral llamada Unión Social-Liberal, que consiguió la victoria en las elecciones locales y legislativas de la primavera y el otoño de 2012. La USL intentó impugnar al Presidente Băsescu en el verano de dicho año mediante un fallido referéndum que encendió todas las alarmas en Occidente por la aparente falta de respeto por las reglas democráticas de la que parecían hacer gala Ponta y el por entonces presidente del PNL Crin Antonescu, que cesaron de un plumazo a los presidentes de las cámaras, al Defensor del Pueblo y a punto estuvieron de conseguir lo mismo con Băsescu.

La USL se rompió a comienzos de 2014 al acercarse el comienzo de la campaña presidencial. Iohannis supo estar tácticamente alejado de toda esta serie de acontecimientos para llegar a las presidenciales de 2014 como un candidato lo más limpioposible. No obstante, han aparecido varios escándalos vinculados a su patrimonio. La posibilidad de que haya incurrido en un delito de incompatibilidad ha arrojado sombras oscuras sobre sus posibilidades de éxito frente a Ponta. Con todo, Iohannis es hoy mismo el más probable rival que encontrará Ponta en una segunda vuelta electoral, de la que podría salir vencedor en caso de conseguir movilizar a todo el electorado de centro-derecha de Rumania, que es hoy mismo mayoritario.

Dos candidatos surgidos del PNL tratan de capitalizar las dudas en torno a Iohannis. En primer lugar se trata de Călin Popescu-Tăriceanu, que fuera primer ministro entre 2004 y 2008, y que propone una plataforma de recuperación de las señas de identidad del liberalismo rumano y una reconstrucción de la alianza con el PSD. Para algunos, se trata de un caballo de Troya de Ponta para dividir al electorado liberal en la primera vuelta y obstaculizar la llegada de Iohannis a la segunda. El segundo candidato liberal díscolo es Teodor Meleșcanu, que era hasta septiembre Director del SIE (servicio de inteligencia exterior).

Meleșcanu ha llegado muy tarde a la carrera presidencial, pero ha reunido el mínimo de 200.000 firmas necesarias en un tiempo récord, lo que hace pensar que tiene apoyos poderosos detrás, que intentarían encontrar una salida válida a una posible declaración de incompatibilidad contra Iohannis. Meleșcanu tiene 73 años y ha anunciado que, de ganar, sería un Presidente de transición que convocaría nuevos comicios en dos años, a coincidir con las legislativas y reducir los mandatos presidenciales de cinco a cuatro años (como en el periodo 1992-2004). Es aún pronto para saber cuál es el impacto electoral que pueda tener Meleșcanu en los sondeos, pero lo que parece claro es que sus potenciales votantes provienen del centro-derecha y no es una amenaza directa para Ponta en la primera vuelta.

Que estas elecciones suponen el fin de la era Băsescu, que no puede presentarse a un tercer mandato, lo demuestra el hecho que ninguno de los grandes candidatos buscan el apoyo explícito del aún Presidente. La única candidata que sí lo hace es Elena Udrea, exministra de Turismo, y miembro del Partido del Movimiento Popular (PMP), escisión del PDL cuando éste comenzó a darle la espalda a Băsescu y a acercarse al PNL. Udrea no tiene en los sondeos más de un 7 u 8%, por lo que su objetivo parece ser simplemente obtener un score apreciable que le permita negociar una posición de influencia en un hipotético futuro gabinete de centro-derecha.

Como en las reciente elecciones europeas, las diversas expresiones de centro-derecha se baten entre sí para establecer nuevas correlaciones de fuerza de cara a futuros nuevos procesos de reunificación. Băsescu se ha lanzado a apoyar a Udrea a pesar de que sus atribuciones presidenciales se lo impiden. Esto ha llevado a nuevos rumores de impugnación del jefe del Estado, rápidamente desestimados por Ponta, que teme que un nuevo referéndum de impeachment cerrado en falso lleve a Băsescu a exigir permanecer en Cotroceni los meses en los que las impugnaciones de 2007 y 2012 le impidieron ejercer de Presidente. En caso de impugnación, el Presidente queda apartado de su función hasta que un referéndum popular determine su suerte política. En 2007 Băsescu ganó el referéndum por 75% a 25% y en 2012 lo perdió por 89% a 11%, pero al haber apenas un 46% de participación la Corte Constitucional se vio obligada a anular el resultado.

El resto de candidatos tiene poca presencia en la prensa y contará bastante poco en la carrera presidencial. Es el caso de Kelemen Hunor, representante de la minoría húngara, que muy probablemente encontrará una vía para representar a los intereses de la minoría magiar (o al menos los de sus propias élites locales) en el nuevo orden surgido de las elecciones. Está por ver si el más radical Partido Popular Magiar de Transilvania, representado en los comicios por Zsolt Szilágyi, puede condicionar el debate político entre los húngaros de Transilvania.

Dan Diaconescu, el magnate populista que tuvo un importante impacto en las legislativas de 2012 apenas cuenta esta vez con posibilidades de éxito, pues su partido se ha disuelto como un azucarillo desde 2012, siendo absorbido casi totalmente por PSD y aliados en las dos cámaras del Legislativo rumano.

Corneliu Vadim Tudor, que llegó a la segunda vuelta en las presidenciales del 2000 y alcanzó un tercio de los votos mediante su ultranacionalista Partido de la Gran Rumanía no es ya ni sombra de lo que fue, viéndose forzado a batirse no sólo con Diaconescu, sino además con la escisión protagonizada por el exalcalde de Cluj Gheorghe Funar.

Otros candidatos, como William Brînza (Partido Ecologista, de centro-derecha) o Mirel Amariței (del Partido Prodemo, de centro) apenas tendrán oportunidad para darse a conocer. Lo mismo ocurrirá con Constantin Rotaru, presidenciable del Partido Alternativa Socialista, una formación que en 2010 intentó infructuosamente cambiarse el nombre por el de Partido Comunista de Rumania, algo que los tribunales impidieron en 2011. Rotaru es la única candidatura de izquierda real, pero su partido se encuentra en la más absoluta marginalidad, incapaz de incardinarse con los nuevos movimientos sociales. Su discurso nostálgico es a su vez neutralizado por un PSD que desde los tiempos de Iliescu ha sabido capitalizar este tipo de voto.

Hay una candidata independiente que está consiguiendo una apreciable presencia pública. Se trata de Monica Macovei, antigua fiscal, ex ministra de Justicia entre 2004 y 2007 y actual europarlamentaria por el PDL. Macovei representa una especie de opción libertaria en el sentido estadounidense del término. Mediante una fachada de anticorrupción sin contemplaciones, Macovei propone un modelo económico salvajamente desregulado, con privatizaciones masivas en educación y sanidad.

El favorecimiento de una consolidación de la presencia militar de la OTAN en Rumania es algo que Macovei comparte con otros candidatos (incluido Ponta), pero la diferencia estriba en que su discurso en política exterior es mucho más agresivo contra Rusia. Macovei no espera alcanzar la segunda vuelta, pero ha sabido presentarse como la única candidata de fuera del sistema (pese a no serlo). El apoyo recibido por parte de importantes intelectuales de derecha le puede permitir ejercer una presión hacia un eventual Presidente Iohannis en favor de un programa político de tintes thatcherianos a cambio de su endorsement.

En mi opinión, la actual lucha electoral es vista por los rumanos con bastante apatía, y es que la mediocridad de los principales candidatos es bastante evidente. En las históricas elecciones de 1990 votó un 86% del censo electoral. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1992 (las primeras tras la aprobación de la Constitución) votó un 73% de los rumanos, mientras que en las de 1996 lo hizo un 76%. En 2000 votó un 58%, porcentaje que bajó al 55% en 2004.

En 2009 un 58% de los rumanos depositaron su papeleta en la urna pero parece difícil que cinco años después más de la mitad de los ciudadanos se vean compelidos a elegir entre dos candidatos con programas políticos similares en aspectos claves y con escasa credibilidad a la hora de atacar los grandes problemas que atenazan a la sociedad rumana. De nuevo los debates orbitarán en torno al anticomunismo, a la corrupción en términos de y tú más y a las acusaciones recíprocas sobre cuál de los dos fantasmas políticos más relevantes y polarizadores del escenario político rumano del postdecembrismo se esconde detrás de cada candidato: Ion Iliescu o Traian Băsescu.