El nuevo presidente de Moldavia, el socialista Igor Dodón, ha comenzado a escenificar su política de aproximación a Rusia y distanciamiento de la Unión Europea, organización ésta con la que su país está vinculado desde 2014 por un tratado de Asociación y Libre Comercio. “Firmamos sin preguntar al pueblo. Fue un error. Nuestro mercado tradicional está en Rusia, no en Europa”, afirma en una entrevista con EL PAIS en Chisinau.

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“Los resultados del tratado (de asociación) han sido negativos: perdimos el mercado ruso, ahogamos a los productores locales y no exportamos más a Europa”, explicaba Dodón pocos días antes de jurar su cargo, el 23 de diciembre. A escala reducida, el caso moldavo refleja la pugna global entre dos modelos de integración, uno orientado a Bruselas y otro a Moscú.

En el sistema de corte parlamentario moldavo el presidente tiene escasas competencias. Dodón, de 41 años, procede del partido comunista y fue vicejefe de Gobierno siendo jefe del Estado Vladímir Voronin (2001-2009). Hoy se enfrenta a un Parlamento dominado por tres fuerzas favorables a la integración europea (una de ellas, el partido liberal, es también partidario de la unión de Moldavia con Rumanía).

Pero la opinión pública es el gran aliado del primer presidente elegido por sufragio universal en Moldavia desde 1996 (sus antecesores durante 16 años lo fueron por el Parlamento). Para lograr sus fines, entre ellos el de incrementar sus competencias, Dodón considera recurrir al instrumento del referéndum, aprovechando sus facultades legales para iniciar consultas. El momento --marcado por la crisis económica y la corrupción-- le es propicio. En los sondeos, los moldavos valoran mucho más la integración económica con Rusia que el Acuerdo de Asociación con la UE. El presidente trata de provocar elecciones parlamentarias anticipadas que permitan alterar a su favor la correlación de fuerzas sin esperar al fin de la legislatura en 2018.

Dodón prodiga los gestos simbólicos: arrió la bandera de la UE que sus predecesores mantenían (junto a la del Estado) en la sede presidencial y ha cambiado las siglas del idioma oficial en su web, sustituyendo las letras “ro” (de “rumano”) por “md” (de “moldavo”), lo que supone una afirmación política aplicada a la lengua común de origen latino hablada en los dos países.

El destino elegido para su primer viaje al extranjero es Rusia, con la que quiere tratar sobre las restricciones a la exportación que Moscú impuso a Moldavia por firmar el tratado de Asociación con la UE. Explica que desde entonces sus “exportaciones han disminuido en un 50%” por lo que han “perdido 400 millones de dólares en el último año y medio”. ”Rusia solo ha autorizado a suministrar mercancías a varias decenas de empresas (de Moldavia), la mayoría de Gagauzia y del Transdniéster”, dice, refiriéndose a dos regiones simpatizantes con Moscú, la primera una autonomía poblada por turcos cristianos y la segunda, un territorio incontrolado e independentista, de mayoría eslava, en la ribera izquierda del Dniéster.

“No puedo anular el acuerdo de Asociación con la UE porque no tengo competencias”, dice Dodón. “Intentaré firmar un acuerdo de asociación estratégica con Rusia para volver al mercado ruso y no excluyo proponer el año próximo la firma de un acuerdo marco de colaboración con la UEE (La Unión Económica Euroasiática, promovida por Moscú) que no entre en contradicción con la UE. Como político y como economista, estoy por la integración euroasiática. El mercado europeo nunca consumirá el volumen de mercancías que producimos, y sin mercados ni puestos de trabajo se irá la gente activa y nos transformaremos en un país de jubilados en la ruina”.

Moldavia pierde población de forma continua desde hace 22 años. En 1994 tenía más de 4,3 millones de habitantes. Hoy tiene algo más de 3,5 millones, menos de los que había en 1970, en época soviética. La emigración es “un peligro serio” para el Estado, pero “si se abre el mercado ruso se podrán crear puestos de trabajo y el problema se resolverá”, afirma.

Dodón quiere intensificar el diálogo con el Transdniéster que en diciembre eligió a Vadim Krasnoselski como presidente y considera posible integrar a ese territorio en Moldavia con un “modelo federal y un estatus especial”. La solución daría “garantías del mantenimiento del Estado, de modo que si Moldavia pierde su soberanía, el Transdniéster tendría derecho a la autodeterminación, como ahora Gagauzia”, afirma aludiendo al temor (en el origen del secesionismo local) a una unificación de Moldavia con Rumanía. La solución debe basarse también en el “estatus de neutralidad”, opina el presidente. El acuerdo culminaría “en un referéndum simultáneo en la orilla izquierda y derecha (del Dniéster)”. “Debe haber una nueva constitución”, opina Dodón.

“Moldavia solo puede sobrevivir como Estado neutral, lo que significa que no debe haber tropas de otros Estados extranjeros en nuestro territorio, sean americanos, rusos o rumanos”, afirma Dodón respondiendo a la pregunta sobre el futuro del contingente militar que Rusia mantiene en el Transdniéster. Pero “la celeridad de la retirada es una cuestión técnica que debe verse después de la resolución política”, advierte. “Hay que ser realistas. Los que gritan que primero hay que retirar (las tropas) y después sentarnos a negociar, deben entender que esto no sucederá y que no depende de nosotros. Primero determinaremos el estatus político y luego el plazo técnico de la retirada y mi posición es que cuanto más deprisa mejor”.

El presidente pretende maniobrar entre el Este y el Oeste en defensa de los intereses de su país. ”Si no conseguimos maniobrar, Moldavia dejará de existir”, dice. “No vamos a ser miembros de la UE, porque la UE tiene sus problemas y vemos cómo vencen los euroescépticos y no habrá una ampliación de la UE. Si Moldavia dentro de 10 o 15 años llega a ser miembro de la UE, lo será sin el Transdniéster y sin Gagauzia y habrá dejado de existir como país”, afirma. ”Por eso nuestro única opción es continuar siendo un país neutral, con buenas relaciones con Europa y una asociación estratégica con Rusia”.