Según las fuentes, entre 500 y 615 voluntarios lucharon durante la Guerra Civil a favor de la República española, encuadrados en las Brigadas Internacionales. Una parte de ellos llegó a España directamente desde Rumanía pero otros lo hicieron desde Francia, Bélgica, Inglaterra, Estados Unidos o México. El primero en llegar, en agosto de 1936, fue el doctor Andrei Tilea “Ceapaev” que, a principios de 1936 se enfrentó a las tropas nacionales en Irún. Tras la caída de la ciudad, se echó al monte con los partisanos, aunque acabó cayendo en manos de los franquistas y fue ejecutado, explica Carlos Basté en su blogBucarestinos.

El primer grupo numeroso de rumanos, mayoritariamente procedente de Francia, llegó a España a primeros de octubre de 1936. Tras pasar unos días en Figueras, se trasladaron a Albacete y, después de una breve instrucción, fueron integrados en las Brigadas Internacionales XI y XII. A finales de año y principios de 1937, otros rumanos llegados desde Rumanía se unieron a ellos y juntos participaron en las primeras batallas para la defensa de Madrid, sufriendo las primeras bajas.

La primera unidad militar puramente rumana, asociada a la Brigada XI, fue la división de artillería “Ana Pauker”, comandada por Valter Roman y compuesta, inicialmente, de dos baterías. En febrero de 1937, tuvo su primera acción en el frente del Jarama, donde se produjo una potente ofensiva nacional para tomar Madrid. Un mes después, la división “Ana Pauker” bombardeó a las tropas italianas que luchaban junto a Franco en la carretera nacional Zaragoza-Madrid, a la altura de Guadalajara, consiguiendo incluso arrebatarles algún tanque, cañones y munición.

Inmediatamente después, la división rumana se transformó en un regimiento motorizado de artillería, asociado a la 35 División Internacional. Como tal, luchó en las batallas de Brunete, Quinto y Belchite. En la primavera de 1938, en el frente de Aragón, la 35 División internacional, de la que formaba parte el regimiento rumano, quedó totalmente rodeada, sin embargo, gracias a la ayuda de la población civil, consiguió romper el cerco y retirarse. En verano de 1938, la batería “Tudor Vladimirescu”, comandada por Nicolae Cristea, fue de las primeras en cruzar el río y enfrentarse al enemigo, recibiendo por ello una mención.

Otro grupo de artilleros rumanos, bajo el nombre de “Gheorghe Gheorghiu-Dej”, formó parte de una división de artillería pesada constituida en Almansa junto a voluntarios búlgaros, checoslovacos y polacos. Este grupo luchó en los frentes de Andalucía y Extremadura entre 1937 y 1938, desde allí fue trasladado a Valencia y más tarde, tras la quiebra del frente republicano en Cataluña, fue enviado en barco hasta Barcelona.

El 23 de septiembre de 1938, de acuerdo con la decisión del Gobierno republicano, los artilleros rumanos, junto al resto de internacionales, se retiraron del frente aunque, en enero de 1939, los voluntarios artilleros rumanos entraron de nuevo en combate en Llers, al norte de Figueras, para cubrir la retirada de los civiles españoles que huían de las tropas franquistas.

Entre los voluntarios rumanos para la República española no sólo hubo artilleros. Inicialmente, los voluntarios rumanos quisieron formar una subunidad rumana de infantería, pero fueron finalmente repartidos en distintos batallones de las Brigadas Internacionales, como el Batallón 9 de la Brigada XIV, que luchó en el frente andaluz, o el Batallón “Dombrowski”, que lo hizo en el Jarama.

Mención aparte merece el Batallón “Djakovici”, dirigido por los rumanos Petre Borilă y Mihai Burcă y del que formaban parte, junto a soldados españoles, ciudadanos de distintos países balcánicos. En julio de 1937, participó en la ofensiva republicana de Brunete y en septiembre del mismo año, luchó en el frente del Aragón. Más tarde, en enero de 1938, una compañía de ametralladoras rumana de este batallón participó en la batalla de Teruel. En febrero, al batallón se le unió la compañía rumana “Griviţa” y, transferido a Extremadura, fue integrado en la Brigada Internacional 129. Entre marzo y abril de 1938, las compañías rumanas, en el marco de la Brigada 129, se enfrentaron a los franquistas en Aragón y Levante.

Un último grupo de lucha rumano se integró en una compañía de origen balcánico, formada en febrero de 1938 en Albacete. Estos soldados participaron en las luchas defensivas que tuvieron lugar desde Caspe hasta Mora de Ebro. También combatieron en Tortosa y participaron en la batalla del Ebro, situándose en la Sierra de Pandols y en la Sierra de Caballs.

Cabe mencionar también que entre los voluntarios rumanos hubo un grupo de veinte médicos y enfermeras que desarrolló sus servicios encuadrado en las Brigadas Internacionales, tanto en la retaguardia como en el frente, a lo largo de toda España. También hubo voluntarios con formación química, ingenieros y técnicos que se integraron, según sus especialidades, en distintas unidades militares.

Como epílogo a su intervención en España, muchos voluntarios rumanos participaron en el emocionante desfile militar de despedida de las Brigadas Internacionales, que tuvo lugar por la Diagonal de Barcelona el 28 de octubre de 1938 y durante el cual fueron ovacionados por la población.