La incertidumbre que se cierna sobre Ucrania y el acercamiento de Moldavia a Bruselas acechan a la República rebelde de Transnistria, famosa por ser el ‘agujero negro’ de Europa desde que se autoproclamó independiente tras una corta pero cruenta guerra hace 22 años.

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“No nos queda otra salida que unirnos a un país sin importar cuál”, relata un joven esbelto que prefiere mantenerse en el anonimato por enfrentamientos con las autoridades afines a Moscú.

“Transnistria depende de los ingresos del gas que se importa gratis de Rusia” –una subvención a su industria criticada por la Unión Europea-, señala este muchacho que confiesa que su hermano tiene prohibido pisar suelo separatista.

Ubicada en el lado oriental del río Dniéster, entre Moldavia y Ucrania, la región separatista surgió al descomponerse la URSS, pero nunca logró que fuera reconocida por ningún Estado, ni siquiera por Rusia que tiene desplegados 1.200 pacificadores y 400 soldados que vigilan antiguas instalaciones soviéticas.

En esta estrecha franja, donde habitan un tercio de moldavos, un tercio de rusos y otro tercio de ucranios, se celebró un referéndum en 2006 similar al de Crimea en el que un 97,2 % de la población se decantó por la independencia y la adhesión a la Federación Rusa.

Rusia, sin embargo, se mantuvo al margen pese a que Moscú otorgó más de 200.000 pasaportes rusos.

Tras la integración de Crimea, Tiraspol –capital de Transnistria- volvió a solicitar en marzo su ingreso, aún sin respueta.

“Queremos la independencia y luego decidir qué camino tomar”, cuenta el ex ministro de Exteriores de Transnistria Vladimir Yastrebchak en una cafetería entre el Consejo Provincial y la Presidencia, dos instituciones con una imponente estatua de Lenin.

Yastrebchak asegura que los ciudadanos de la región se consideran transnistrios, ni rusos ni de otra etnia de Rusia, pese a que históricamente esta zona pertenece a Ucrania.

En este estado fantasma, de poco más de medio millón de habitantes, el grupo Sheriff impuso su ley del oeste con gasolineras, restaurantes, supermercados, construcción, además de un vivero de esturiones para producir caviar.

En cambio, su mayor legado se halla ubicado a las puertas de Tiraspol: el despampanante estadio del equipo de fútbol Sheriff, que disputa la Liga de Moldavia y ha participado este año en la Europa League.

Hace poco más de dos años, este conglomerado empresarial alzó al poder a su hombre fiel y expresidente del Soviet Supremo, Evgueni Shevchkuk, quien arremete contra Chisinau por su acuerdo con la UE.

“La represión, la corrupción y el contrabando dominan este territorio bajo el régimen impuesto por unos psuedocomunistas”, denuncia el joven opositor, que subraya cómo unos pocos quieren conservar su alto nivel de vida a toda costa en detrimento de los habitantes.

“Nos coartan la libertad de expresión con su propaganda prorusa”, agrega mientras toma una foto al rótulo de la calle Lenin, una vía perpendicular a la avenida principal 25 de Octubre –fecha de la Revolución Bolchevique de 1917.

Los canales moldavos carecen de permiso para emitir en esta región dejando así sólo paso a las cadenas rusas y ucranias.

Una televisión oficial y otra del grupo Sheriff, que también controla la televisión por cable y la mayor parte de la economía local, se reparten la tarta de audiencias con su información subliminal concomitante a Moscú.

Desde que estalló la crisis en Ucrania, Tiraspol ha prohibido el acceso a periodistas ucranios por miedo a un contagio a las protestas de Kiev y ha cerrado ocho foros de Internet donde los usuarios expresaban libremente su opinión.

Además, a esta república rebelde se la conoce por contrabando de armas del arsenal soviético abandonado en 1991 con 40.000 toneladas.

“Ya ha desaparecido la mayor parte del arsenal”, explica en un perfecto castellano el exprimer minsitro de Moldavia (1990-1991), Mircea Druc. “Y lo que permanece está caducado”, añade. Según, la Organización de Seguridad y Cooperación Europea (OSCE) quedan 20.000 toneladas.

La crisis de Ucrania paró las negociaciones 5+2 -Moldavia, Transnistria, Rusia, Ucrania y la OSCE, más Estados Unidos y Unión Europea como observadores- tras algunos avances gracias al impulso de Alemania y Rusia.

Sin embargo, el desasosiego se extiende entre la población por conocer el destino de esta región separatista, que mira atentamente los acontecimientos de Ucrania.

“Ahora toca observar qué pasará en algunas ciudades ucranias como Odessa", afirma Druc.

"Moscú intentará conseguir un corredor terrestre entre Crimea y Tiraspol –por la costa del Mar Negro- para mantener su hegemonía en la zona”, asevera.

Mientras tanto, la eliminación de visados a Moldavia a partir del 28 de abril ya está provocando colas de transnistrios que desean un pasaporte biométrico moldavo.

"Transnistria se quedará vacía si termina por integrarse a Moldavia”, asegura con rotundidad Gabriela Cervinschi, una estudiante de esta república rebelde que revela que se marchará a un país de la Unión Europea cuando le entreguen el pasaporte moldavo.

"Unos no soportarán estar bajo las órdenes de proeuropeos y otros se largarán a Occidente", concluyó Cervinschi.