El enclave prorruso de Transnistria, una especie de museo viviente sobre la época soviética situado entre Moldavia y Ucrania, sueña con convertirse en parte de Rusia siguiendo la estela de la anexión en marzo de la península ucraniana de Crimea por parte de Moscú, publica el diario catalánLa Vanguardia.

O reclama la partidul Rusia Unita a lui Vladimir Putin poate fi vazuta pe fostul hotel "Drujba" ("Prietenia", n.r.). Locul este acum ocupat de Partidul republican din Transnistria.Foto: Andrei Ionita

Transnistria se autoproclamó independiente tras una corta pero cruenta guerra con Moldavia hace 22 años y, desde entonces, se encuentra en un limbo legal, en el que la añoranza por los tiempos en los que formó parte de la Unión Soviética no pasa inadvertida.

La hoz y el martillo está por todas partes en la capital, Tiraspol, incluso en el escudo y la bandera, la temida policía secreta sigue llamándose KGB y el parlamento es el Soviet Supremo.

La región separatista surgió al desintegrarse la URSS, pero nunca logró que fuera reconocida por ningún Estado, ni siquiera por Rusia, que tiene desplegados allí a 1.600 soldados, declarados como fuerzas de pacificación encargadas además de custodiar antiguos arsenales soviéticos.

Una tercera parte de su medio millón de habitantes son moldavos de lengua rumana, otro tercio rusos y el resto ucranianos.

En 2006 se celebró un referéndum similar al de Crimea en el que un 97,2 % de los votantes se decantó por la independencia y la adhesión a Rusia, a pesar de que no tienen frontera común, aunque nadie reconoció la consulta y ni siquiera Moscú reaccionó al resultado.

"Queremos la independencia y luego decidir qué camino tomar", explica a Efe el exministro de Exteriores Vladímir Yastrebchak en una cafetería entre el parlamento y la presidencia, dos instituciones ante las que hay una imponente estatua de Lenin.

Siga leyendo el artículo.