Muchos expertos de Chisinau prefieren mirar la situación partiendo de otro paradigma. A su juicio, Moldavia se encuentra en una encrucijada, entre Rusia y la UE y, la integración a una u otra es tan solo cuestión de tiempo. Lamentablemente, el más probable parece ser no el libreto integracionista, sino el de la incertidumbre “perpetua”, a raíz de la que Moldavia se verá estancada entre dos bloques políticos, sin obtener ventajas de esa situación semi neutral, explica laVoz de Rusia.

No obstante las campañas políticas y mediáticas regulares de los partidarios a ultranza de la unificación con Rumania, este guion parece casi imposible. Bucarest no es independiente en sus decisiones y, Bruselas no desea a todas luces recibir, dentro de las fronteras de la UE, un foco de tensión étnica. Toda alteración de las fronteras abre una verdadera caja de Pandora y crea un precedente que será copiado por otros países. El precedente del reconocimiento de la independencia de Kosovo abrió el camino para la independencia de Osetia del Sur y de Abjazia. Es muy poco probable que Bruselas desee repetir el mismo juego, solo que por una apuesta mucho mayor: y ello porque, en el caso de Moldavia, esto será ya no el reconocimiento de la independencia sino de una anexión, lo que abre para los competidores geopolíticos de la UE posibilidades muy distintas. La anexión de Moldavia contraviene la tendencia europea, encaminada a la atomización premeditada de los estados nacionales fuertes. Los “burócratas europeos” miran con buenos ojos los pujos separatistas de Cataluña, de Escocia, etc.

Para Bruselas es mucho más fácil entrar en relaciones con regiones pequeñas, que con elites nacionales poderosas. Así las cosas, Rumania se verá más bien ocupada en enfrentar los intentos autonómicos de Transilvania y otros escenarios de desmembramiento administrativo del país, y ya no le quedarán fuerzas ni recursos para los intentos de anexar Moldavia. Lo máximo en que puede confiar Rumania dentro de ese escenario es, la conservación de una influencia ponderable dentro de la vida política interna de Moldavia. El libreto de la integración de la República de Moldavia en la UE parece del todo imposible. Pues, en el contexto de la crisis económica, el precio político del ingreso en la UE, del país más pobre de Europa del Este, será demasiado elevado, y el beneficio estratégico, nulo. Es cierto que, la elite moldava no sufrirá la escasez de gestos diplomáticos, de declaraciones rimbombantes y de óbolos financieros periódicos pero, no serán dados pasos reales hacia la integración. La variante de la integración en la Unión Aduanera parece poco viable, en el contexto de la actual coyuntura política.

El Partido Comunista, no obstante su retórica prorrusa, estropeó para siempre las relaciones con Moscú cuando saboteó, conscientemente, el plan de Kozak de solución del conflicto de Cisdniestría y, nadie puede garantizar que el retorno hipotético de los comunistas al poder no conlleve una nueva traición a los intereses del electorado rusohablante, y otro coqueteo más con la UE. Las otras fuerzas políticas que manifiestan el deseo de participar en los procesos integracionistas euroasiáticos no cuentan con un respaldo popular amplio ni con líderes ubicuos. La situación que se crea es paradójica, pues, existe la demanda de una parte del electorado de la integración a la Unión Aduanera, pero no existe una fuerza política capaz de trabajar, constructivamente, con esa parte del electorado.

Los resultados de un sondeo de opinión pública reciente son una sentencia para la elite política moldava. Ningún político nacional puede jactarse de contar con una tasa elevada de confianza. En el primer ministro Vlad Filat confía el 19 % de los consultados, y en el líder de los comunistas, Vladímir Voronin, el 17 %. Para los partidarios de la “vía europea” fue una sorpresa desagradable el nivel de confianza existente en Vladímir Putin. En el presidente de Rusia confía el 74,6 % de los encuestados. Será inútil atribuir tales resultados a maquinaciones del Kremlin, como gusta elucubrar la prensa rumana, debido a que el sondeo fue llevado a cabo por la IPP, una organización conocida por sus vínculos con estructuras estadounidenses, que se ocupan de la democratización de los países de Europa del Este. A juzgar por los resultados, ningún político europeo o norteamericano luce un nivel de confianza similar.

En el presidente de Rumania, Traian Basescu confía el 37,8 % de los consultados, y en Barack Obama, solo el 48,9 %. Moldavia se encuentra en una situación complicada. La elite gobernante desea, pero no puede integrar la república a la Unión Europea. La integración en la Unión Aduanera es posible, pero difícil de realizar mientras en Moldavia misma no surja una fuerza política poderosa en la que confíen sus votos los electores euroescépticos. Como resultado, no hay movimiento a nivel estatal y, los ciudadanos de Moldavia se ven obligados a ocuparse de los asuntos de la integración a nivel individual. Unos engrosan las filas de los gastarbeiter, trabajadores foráneos europeos, y otros viajan a Rusia. Da la impresión que, el problema principal de la República de Moldavia consiste en que, la situación complace del todo a la dirección del país.