"La gente en Rumanía se siente decepcionada. Creyó que su situación mejoraría con la entrada en la Unión Europea, que el presidente haría un montón de cosas. Eso fue en 2007 y apenas se han visto resultados positivos. Los rumanos solo quieren emigrar", explica Georgina Marin alPeriódico de Aragón.

La Unión exhibe un miembro más, sí, pero poco lucido. En este tiempo parece haberse cubierto de una ligera pátina de Estado cumplidor, pero su población no percibe las bondades que le vendieron antes de subirse al carro.

El sueño europeo, el de la economía saludable, la meritocracia y el imperio de ley, todavía es un arcano en Rumanía: "Hay quien vive bien. Lo que falta es una clase media, que no existe. La corrupción y la mafia lo estropean todo. No creo que vote".

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