Rumania dispone de abundantes recursos agrícolas distribuidos en tres tipos relieves, cada uno de los cuales representa, aproximadamente, una tercera parte del territorio: en el centro, la meseta transilvana, rodeada por los Cárpatos, representaría un primer círculo que, a su vez, está rodeado por colinas suaves seguidas por un círculo exterior de llanuras. En consecuencia, la superficie agrícola rumana es de 14,7 millones de hectáreas (un 61,7 % del total), de la cual un 64 % representa terreno arable, un 33 % son pastos y henos y 3 % representan los huertos y viñedos, explica Carlos Basté en su blog Bucarestinos.

Hasta mediados del siglo XIX, en Rumanía predominaban las grandes propiedades, en las que existía una relación feudal entre el propietario y los trabajadores de la tierra, sin embargo, en 1864, la Ley Rural promulgada por el príncipe Alexandru Cuza dio a los campesinos el poder real sobre la tierra, distribuyéndola en pequeñas parcelas. La reforma agraria de 1921 acentuó la fragmentación del territorio agrícola, siendo la superficie media de las parcelas de 3,9 ha.

Tras la instauración del régimen comunista en 1947, una de las medidas económicas que más impacto tuvo sobre la población fue la violenta colectivización de la agricultura del país según el modelo soviético y la consiguiente instauración de las cooperativas agrícolas de producción. Una vez instaurada la democracia, la reforma agraria de 1991 atribuyó un 72 % del conjunto de tierras agrícolas y el 84 % de los terrenos arables a las explotaciones privadas, aunque esta medida no estuvo acompañada de las reformas necesarias para hacer de la agricultura un sector competitivo y eficiente. La tierra se repartió en lotes de un tamaño inferior a 10 ha entre los jornaleros agrícolas, se prohibió la venta de tierra (hasta 1997) y se impidió la restauración de la gran propiedad agraria y la aparición de neocooperativas o empresas agrícolas.

Las consecuencias fueron inmediatas y son todavía patentes. Rumania sufrió un retroceso hacia el minifundismo que contradice la tendencia habitual en las agriculturas de mercado y una disminución de la productividad agrícola, especialmente en el caso de la producción de cereales, donde se acusó la ausencia de grandes superficies y de la adecuada mecanización. De este modo, el gran número de explotaciones de subsistencia y semisubsistencia se ha convertido en el mayor problema al que se enfrenta la agricultura Rumana. Así, de un total de 3,93 millones de explotaciones agrícolas registradas al final del año 2008, un 99,5 % son explotaciones agrícolas individuales sin personalidad jurídica – es decir, explotaciones familiares - que gestionan el 65% de la superficie agrícola utilizada. Por otro lado, cabe destacar que entre 2002 y 2008 se produjo un drástico descenso en el número de explotaciones agrícolas - más de 600.000 – debido a la presión de la urbanización y a la compra de terrenos agrícolas por parte de extranjeros con objetivos especulativos.

Actualmente, el área media agraria por propiedad en Rumania es de 3,4 ha, un valor muy alejado de la media europea (15,8 ha/explotación)[1]. Las explotaciones familiares, cuya superficie media es sólo de 2,3 ha, tienen un bajísimo nivel de profesionalización y un 33 % de sus ingresos provienen del autoconsumo. En este tipo de explotaciones, las responsabilidades se reparten entre los miembros de la familia de modo mientras los hombres dedican su tiempo a las tareas agrícolas y ganaderas más duras, como segar[2], pastorear a los animales o cortar leña, las mujeres recogen el forraje, alimentan a los animales y realizan todas labores domésticas.

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