La semana pasada hablé del reducido nivel de intercambios comerciales entre España y Rumanía que intenté resumir de forma gráfica: las ventas anuales por habitante de Rumania a España en el 2011 equivalían a un café solo al mes. Las de España a Rumanía permitían una comida de menú mensual.

José Miguel ViñalsFoto: José Miguel Viñals

El grado de conocimiento mutuo encuentra igualmente su reflejo en el valor de las inversiones que realizan las empresas españolas en Rumanía y las rumanas en España

El banco nacional de Rumanía pone a disposición del lector estadísticas de los últimos años sobre el nivel de inversión extranjera en el país en su web.

La inversión española es poco significativa en el conjunto, representando sólo el 2% del total de 2010. Ningún país latinoamericano aparece en la lista de los 29 países de origen con inversión superior a los 100 millones de €.

En un escenario de crecimiento anual que permite pasar de 34.512 millones de € en 2006 a 52.585 millones en 2010, la inversión española ha mostrado un incremento porcentualmente mayor que el conjunto. En el 2006 ésta era sólo el 0,8% del total.

Es importante resaltar que del total de inversión extranjera, el 44% se concentra en el sector industrial. Rumanía puede, por muchas razones, convertirse en una de las fábricas de Europa. A favor de este postulado está la excelente posición geográfica, a medio camino entre Europa Occidental y Oriental, entre el norte y el sur, y cercana a Asia y Oriente Medio. Igualmente los costes bajos de mano de obra no calificada y la cercanía cultural con cualquier país europeo occidental. Fabricar en Rumanía es más barato que en muchos de los destinos tradicionales asiáticos, sobre todo si la producción tiene a Europa como destino final. Igualmente es más fiable y controlable. Las deficiencias en infraestructura que presenta el país se solventan a un paso demasiado lento y ponen en peligro importantes inversiones productivas en algunas regiones, pero se ven avances en otras con la apertura de tramos de autopista o variantes en varias poblaciones.

En cualquier caso la inversión industrial de los países con mayor presencia (Holanda, Austria, Alemania) no parece ir en detrimento de la reputación de los mismos como países productores. Sus empresas fabrican en Rumanía a bajo coste piezas que se incorporarán al producto acabado en el país de origen de la inversión, permitiendo una mayor competitividad y margen para el productor. Es decir, deslocalizar partes del proceso productivo no sólo no es contraproducente para el país emisor sino que le permite mantener su industria frente a la competencia asiática, pudiendo invertir en procesos de calidad y valor añadido.

La empresa española aún no ha descubierto en general esta ventaja, si bien hay ejemplos meritorios de cómo la producción rumana es el salvavidas de la sede española.