Zeca Prajini es un pueblo perdido por el noreste de Rumanía. Significa diez campos y, en efecto, no tiene mucho más: unos cuantos animales, varios huertos y 400 habitantes. De ellos, cien son músicos. “Uno de cada cuatro vecinos nos dedicamos a ello; es la principal fuente de ingresos”, cuenta Costica Cimai Trifan. Lo cual, para su grupo, es más cierto aún. Porque la orquesta Fanfare Ciocarlia empezó tocando en las festividades de su pueblo y ha acabado llevando su enloquecido funkbalcánico por todo el planeta, relata El País.

“Al principio tocábamos en todo tipo de celebración de pueblo que puedas imaginar: bautizos, matrimonios, funerales”, relata Trifan, trompetista y vocalista de Fanfare Ciocarlia. Aunque quien relata es más bien el productor de la banda, Henry Ernst, ya que el único de los 12 miembros del grupo que chapurrea inglés “no ha aparecido”.

Los demás solo hablan romaní, así que la clave imprescindible de una comunicación telefónica a tres bandas es el propio Ernst. Ernst es también la razón por la que Fanfare Ciocarlia se ha asomado al mapa musical mundial. De viaje por las carreteras de Rumanía, en 1986, este alemán paró a comprarle gasolina a un campesino. Y, de paso, le preguntó que donde se podía escuchar buena música local. El hombre tan solo tuvo que explicarle el camino hasta el pueblo de al lado: Zeca Prajini. “Me encontré con el clarinetista del grupo. En 10 minutos aparecieron de la nada unos 30 músicos.

Empezaron a tocar a saco. Era súperpoderoso, brutal”, recuerda Ernst. Tanto que finalmente se quedó tres meses. Y se convirtió en el hombre al que Fanfare Ciocarlia debe parte de su presente. El pasado, en cambio, el grupo se lo debe a sus familias. Fieles al gran porcentaje artístico de Zeca Prajini, sus abuelos y padres eran casi todos músicos.

“A los seis o siete años te dan un instrumento y te llevan a tocar a una boda. Nunca fuimos a una escuela de música, pero las tradiciones y las experiencias son un regalo de nuestras familias que no puedes aprender en ninguna otra parte”, asegura Trifan. De hecho, el músico rumano aun recuerda la enseñanza de su abuelo: “Me decía: ‘Vale, tocas la trompeta. Pero eso puede hacerlo cualquiera. Tienes que ser más rápido, el más rápido del pueblo”. Años después, Trifan considera que lo consiguió. Y con él, los 12 músicos, de los 24 a los 62 años, de una orquesta que intenta convertir cada actuación en una fiesta de vientos y cuerdas gitanas. “Tenemos un sonido muy poderoso. Y tocamos increíblemente rápido. Somos el grupo que suena más veloz, fuerte y funk”, defiende el trompetista.

“Somos la banda más importante de los Balcanes, me da igual que los demás se llamen Goran Bregovic o Boban Marković”, añade, por si no quedaba claro el concepto. Para echarse más flores está también el propio nombre del grupo: en rumano, quién suena bien, suena como una alondra (ciocarlia, en su idioma). ¿Otro indicio más de su talento? La banda está invitada a actuar en la próxima entrega del premio Nobel de la Paz, a la UE, como representante de Europa del Este.

Quien quiera comprobar si el jurado de Oslo tiene buen gusto cuenta con tres conciertos españoles esta semana. Allí, más que en los discos (o en bandas sonoras como la de Crimen Ferpecto), es donde Fanfare Ciocarlia promete ofrecer lo mejor de sí. “Nos da igual el contexto, ya sea un bautizo con 16 personas o un estadio con 20.000. Nuestra música es para la gente, y la única manera de llegar a sus almas es en un concierto”, sostiene Trifan. Tras su paso por España, el grupo se irá a Francia. Pero, en cuanto termine la gira, volverá a Zeca Prajini. “Vivimos allí. Es nuestra tierra. Siempre regresamos”, relata Trifan. Porque vale las actuaciones masivas. Pero hay funerales y bautizos que esperan.