En mi última entrada hice referencia a un vecino de la calle Covaci, muy cercana a la tétrica cruz levantada sobre los restos de la Iglesia de San Antón. El nombre de la calle es el tributo de la ciudad a las habilidades del gremio de herreros, que antaño desarrollaba sus actividades en esta vieja vía. La palabra rumana covaci es una reminiscencia de la palabra eslava kovaci (herrero), relata Carlos Basté en su blog Bucarestinos.

La calle Covaci, aunque breve, tiene una historia egregia. El poeta rumano por excelencia, Mihai Eminescu, trabajó como redactor-jefe en la sede del periódico Timpul, situado en el número 14 de la calle, junto al Viejo Café. Sumido en el ambiente crápula y despreocupado del centro de Bucarest, escribió por esos años sus famosas Cartas, mientras en el número 15 nacía el escritor vanguardista, Ion Minulescu, que con sus obras poéticas revolucionaría el género cultivado por Eminescu.

El número 3 de la calle Covaci debiera ser un lugar de obligada peregrinación para todo rumano de buen yantar pues allí abrió sus puertas el restaurante “La Iordache”, de cuyas cocinas salieron las legendarias mititei, un clásico de la gastronomía rumana.

Los depravados príncipes de la Vieja Corte, de Matieu Caragiale, pasaron sus noches etílicas y de desenfreno en la calle Covaci, mientras contemplaban cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor al tiempo que entraban en una de las páginas más gloriosas de la literatura.

Siga leyendo la crónica en el blog personal de Carlos Basté.