"Periodistas de El Mundo usan la ciudad de Vaslui para cargar contra la nueva 'República de Cataluña', titula un texto de la periodista Simona Danda, publicado en el diario Vremea Noua, en el que acusa al corresponsal del diario El Mundo, Alexandru Petrescu, de haberse inventado el articulo “Los suegros ‘hacha’ de Puigdemont”.

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DESINFORMACIÓN: La historia de la noticia «fabricada» por la prensa española sobre la primera dama de Cataluña, Marcela Topor, originaria de Vaslui. El periodista no habló ni un segundo con los suegros de Carles Puigdemont.

MENTIRAS: La noticia según la cual un periodista del diario El Mundo, acompañado por una periodista local, estuvo en casa de los suegros de Carles Puigdemont, en Vaslui, charlando con ellos, es totalmente falsa. Sí, habéis leído bien, se trata de una noticia inventada. Lo afirmo yo, Simona Danda. Yo acompañé al autor de la noticia, Alexandru Petrescu, a la casa de la familia Topor, en Vaslui. No entramos en ningún momento en la casa de los Topor y no hablamos (26 de octubre) con ningún miembro de la familia.

Ni siquiera las fotografías son actuales, son de hace un año, cuando el diario local Vremea Nouã publicó un artículo titulado «¡Exclusiva! La historia de la mujer de Vaslui que se convirtió en la primera dama de Cataluña». Si observan detenidamente las imágenes del artículo de El Mundo y las del artículo de Vremea Nouã, pueden comprobar que las personas que aparecen en las fotografías llevan la misma ropa, solo difieren los colores, que han sido modificados. El color gris se convirtió en azul y el rojo oscuro en rojo claro.

Me he visto involucrada en un artículo sin haber dado mi consentimiento y sin que me hayan pedido mi opinión al respecto. Sabía que estaba ayudando a un periodista a ponerse en contacto con la familia Topor, no que fuera a ser coautora de un artículo totalmente inventado. De hecho, no sé cómo me he convertido en coautora, dado que no he escrito ni una palabra del artículo. Sin embargo, entiendo que fue una forma de «lavarse las manos», indicando las fuentes que habían utilizado. He decidido relatar cómo tuvieron lugar realmente los hechos, por respeto al matrimonio Topor, ya que no me parece correcto que se hayan visto envueltos en semejante mentira, y por respeto a la profesión de periodista.

Miércoles, 25 de octubre, alrededor de las 16 h: (suena el teléfono) «Diario Vremea nouã, buenas tardes, dígame», responde una voz de mujer (la secretaria) al teléfono fijo de la redacción. Al otro lado del teléfono se oye una potente voz masculina, con acento español: «Buenos días, soy periodista para el diario El Mundo y me gustaría ampliar información sobre una familia de Vasliu…». «Dígame de qué familia se trata para saber con quién le pongo al teléfono», responde la mujer. «La familia Topor, la de la mujer del presidente catalán Carles Puigdemont». «¡Simona! Un periodista español quiere ampliar información sobre algo que escribiste». «¿Pero qué idioma habla?, ¿español?, ¿inglés?», le pregunto. «No, habla rumano, dice que es rumano, pero trabaja en España», me responde. Cojo el teléfono, me lo acerco a la oreja y digo: «Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle?». Descubro que estoy hablando con un periodista de El Mundo, que está muy interesado en saber si la mujer del presidente se encuentra en su casa de Vaslui, tal y como se rumoreaba en España. De hecho, tenían información de que Marcela Topor había salido del país y de que podría haber viajado a Rumanía. Le digo que no lo sé, que no estoy al corriente de los recientes rumores surgidos en España. Me pregunta si puedo y si estoy dispuesta a averiguarlo, haciendo una visita a la familia Topor. Le digo que la última y única vez que hablé con la suegra de Puigdemont (el día del referéndum en Cataluña) no quiso hablar sobre la situación de su hija, e insistió mucho en que no la fotografiaran ni la grabaran. Y lo más probable es que ahora tampoco quiera hablar del tema. «Lo entiendo, pero te pido por favor que lo intentes. Quiero asegurarme de si merece la pena desplazarme hasta Vaslui. He visto que tenéis algunas fotografías de ellos. Me gustaría comprarlas, si es posible. Te ofrezco 100 euros por 3 fotos», me dice el hombre al otro lado del teléfono. Le digo que no sé cuál es el procedimiento que hay que seguir en esa situación, que lo mejor es que hable con el redactor jefe, dado que fue él quien hizo la primera visita a la familia Topor y el autor de las fotografías. Le doy el número de teléfono del redactor, lo anota y también me pide el mío, se lo doy, ya que no se trata de un secreto de estado, cuelgo el teléfono y anuncio la noticia en la redacción: «Un periodista de El Mundo dice que Marcela Topor, la mujer de Puigdemont, está en Vaslui. Quiere venir aquí para trabajar en un artículo». «¡Qué bien!», decimos todos al unísono. «Os dais cuenta del nivel en el que trabaja El Mundo, que se permite enviar inmediatamente un corresponsal para que se documente y redacte un artículo», afirma alucinado un compañero. Otro dice: «Puede que sea verdad. Me han llamado de una televisión y me han preguntado si sé algo del tema». Volvemos a nuestro trabajo, pero no por mucho tiempo. Transcurrida una hora, me llama Alexandru Petrescu y me informa de que no ha podido contactar con el redactor jefe. «De acuerdo, un segundo, voy a intentarlo yo», le digo. La decisión del redactor fue clara: «No es necesario que paguen nada siempre y cuando mantengan la fuente de las fotografías, es decir, el periódico Vremea Nouã. Dale las fotos que quieran». Al escuchar estas palabras el hombre quedó sorprendido. «Yo, a pesar de trabajar en España, intento estar cerca de los míos, de los rumanos, y si se puede sacar provecho de algo, ¿por qué decir que no?», me dice. Tengo que admitir que a mí también me sorprendió la decisión del redactor, pero esa es otra historia. Le envío los mensajes por we transfer y cierro el e-mail. Ya son las 19 h. Termino los materiales de ese día, los subo a la red y me voy corriendo casa.

El periodista intenta recompensarnos con 50 euros.

Jueves, 26 de octubre, 11 h: Dos llamadas perdidas del periodista Petrescu, con el que hablé el día anterior. He visto las llamadas a los 20 minutos, cuando me he dado cuenta de que también he recibido algunos mensajes: «Buenos días, ya estoy en Vaslui, en la Piata Traian», «Ahora estoy en el Hotel Vaslui», «Si no puedes venir, dame por favor la dirección de la familia Topor, para intentar hablar con ellos, y la dirección del municipio donde tienen la casa de vacaciones. ¡Muchas gracias!». Lo llamo: «Si quieres, puedo llevarte yo, porque es un poco complicado llegar hasta allí, hay muchas calles y no tengo ni idea de cuál es el nombre exacto de la calle. Iré con un amigo en coche. Dime dónde estás para que pasemos a por ti». «Hotel Vaslui». «En media hora como máximo estamos allí», le digo. Con 10 minutos de retraso, angustiados por la idea de que nos estuviera esperando, llegamos a la puerta del hotel. Sale y nos presentamos. Decidimos ir con el coche de la redacción, coge la cámara de su coche y comenzamos la aventura. En unos minutos llegamos a la casa donde vivía Marcela Topor. No había nadie en casa. El periodista Petrescu hace algunas fotos de la casa, y más tarde, hablamos con el vecino de enfrente, un señor mayor muy amable. Este nos informa de que el matrimonio Topor debe volver de un momento a otro y de que su hija, Marcela, no ha vuelto a casa desde hace tiempo. Nos vamos un poco decepcionados, pero con la certeza de que el rumor según el cual la esposa y las dos hijas de Puigdemont estaban en Vaslui, no es cierto. Nos vamos, giramos con el coche, y justo a unos metros vemos a un taxi que se para enfrente de la casa. Esperábamos y sospechábamos que fuera el matrimonio Topor. Era solo la esposa, Lenuta. Se baja del taxi cargada de bolsas y se dirige a la puerta. Mi colega abre la puerta y se baja del coche. Alexandru Petrescu se queda dentro. «Deja la puerta abierta», dice. Y la deja abierta. «Buenas tardes, señora. Esperamos no importunarla», empieza mi compañero a conversar con Lenuta Topor. «Solo queremos saber si su hija ha vuelto a casa», añade. «No, ¿qué iba a hacer aquí? Tiene trabajo e hijos en la escuela, ¿cómo iba a venir? ¡Eso es una mentira de los españoles!» dice la mujer (el periódico Vremea nouă, publicó un artículo con la reacción de la madre). Mientras tanto, Petrescu hace fotos desde el coche. La mujer se da cuenta y dice: «¿Por qué me hacen fotos? ¡No he dado permiso para que me graben!», después de lo cual salió corriendo hacia el patio. «¡No le estamos grabando!», dice Petrescu. Me quedé sin palabras. Mi colega vuelve al coche y le pregunta: «¿Has oído lo que ha dicho, verdad?». «¡No!», responde. «Que el rumor no es cierto, es una mentira de los españoles». « Ah, significa que el fue así, para cambiar la atención…», dice el periodista español. Intercambiamos unas cuantas palabras más, nos pregunta qué pensamos sobre la situación en Cataluña y lo dejamos en el lugar donde lo habíamos recogido, el Hotel Vaslui. Paramos el coche, Petrescu empieza a avergonzarse un poco, saca 50 euros del bolsillo y nos lo entrega. «¡No, no lo aceptamos!, le hemos acompañado porque también estábamos interesados, por si descubríamos algo y podíamos dar una noticia», le decimos. Él se sorprende de nuevo, nos sonríe y nos dice que agradece mucho nuestro gesto. Se baja del coche y nos pide que le enviemos un mensaje con el nombre del municipio donde la familia Topor tiene su casa de vacaciones. ¡Dicho y hecho! Nos dirigimos a la redacción orgullosos de haber tenido la ocasión de conversar con un periodista de El Mundo, y con la buena sensación de haberle ayudado a hacer su trabajo sin pedir nada a cambio y sin aceptar lo que nos ha ofrecido.

¿Brujas? ¿Qué brujas?

Domingo, 29 de octubre, 17 h. Recibo un mensaje de Facebook de una compañera: un enlace a un artículo resumen de la información que aparecía en El Mundo: «Los periodistas de El Mundo han estado en la casa de la familia Topor el día de San Demetrio». La primera palabra que me vino a la cabeza: ¡mentira! Le eché un vistazo rápido y no podía creerlo. El periodista al que había ayudado a encontrar la casa de los Topor no hacía más que inventar. Él contó que, en algún momento, el marido también bajó del taxi (falso, como ya he dicho, solo la esposa regresó a la casa), explicó cómo le habían invitado a entrar en su casa y le habían servido queso y tuicã (un aguardiente de ciruela). También relató cómo Lenuta Topor le confesó que su hija había recurrido varias veces a las brujas locales. Esta última parte me dejó perpleja. ¿Cómo? No se habló en absoluto sobre dichas visitas a las brujas. En el texto resumido del artículo original había otra cosa que me llamó la atención: «acompañado por una periodista local». «¡Menos mal que no ha puesto mi nombre! Al menos no se sabe que se trata de mí» exclamo. Me pongo a hacer cosas y me olvido del artículo.

Mentiras en la primera página del diario El Mundo

Lunes, 30 de octubre, 10 h: Recibo otro mensaje de Facebook, con otro enlace. Esta vez, el enlace me dirige al artículo de El Mundo. Más mentiras, desde la forma en que se presenta la ciudad («personas vestidas con trajes tradicionales de la zona, algunos perros de la calle que ladran y tratan de morder a los caballos») hasta las conversaciones que el periodista imaginó con el matrimonio Topor. A riesgo de ser criticada, puedo entender que, algunas veces, como periodista, se necesite matizar la historia, colorearla con algunos detalles, pero no mentir y decir que has ido y has hablado con personas, cuando realmente has cogido declaraciones que aparecieron hace tiempo en la prensa, las has modificado un poco y las has presentado como si fuera material actual, hechas en ese lugar. ¡Está feo! Sobre todo cuando ya tienes cierta edad y experiencia en publicaciones importantes en España. También me ha parecido feo que me haya incluido en este fabuloso artículo como coautora y autora de las fotografías (fotos de archivo, del año pasado, que le envié el 25 de octubre a través de we transfer; obviamente modificando los colores un poco, el color gris se convirtió en azul y el rojo oscuro, en rojo claro). Le había dejado claro al periodista que yo no había hecho las fotografías, por eso pedí la opinión del redactor jefe. No me había informado de nada de esto, pero probablemente esperaba que saltara de alegría y que estuviera orgullosa de que mi nombre apareciera en un periódico tan importante, pero no puedo. No puedo mentir. Pienso en el matrimonio Topor, lo que les diría su hija al ver el artículo de El Mundo. No tienen la culpa de verse envueltos en este embrollo. Son personas normales, que solo quieren vivir en paz y estar tranquilos. Dejaron claro que no querían hablar de su hija ni de la situación de su yerno. ¿Podemos respetar su deseo? Yo digo que sí. No olvidemos que, más allá de ser periodistas, somos personas. Un proverbio dice: «No hagas lo que no te gusta que te hagan». Me pregunto si a Petrescu le gustaría estar en el lugar de las personas de su artículo, o si a El Mundo le gusta la situación en la que se encuentra ahora, sabiendo que ha publicado una noticia completamente ficticia.

El artículo ha sido cedido por la propia autora, Simona Danda, periodista del diario Vremea Noua de Vaslui, y traducido por Alicia Sevilla.