Decenas de miles de búlgaros furiosos por la pobreza y la corrupción protestaron en más de una decena de ciudades el domingo, mientras la falta de apoyo claro para ningún partido político sumió al país en un limbo días después de que cayera el Gobierno.

Boiko BorisovFoto: Agerpres/Xinhua

El primer ministro Boiko Borisov dimitió junto con el resto de su gobierno de centro-derecha el miércoles después de dos semanas de protestas violentas. Continúa en el cargo hasta que se nombre un gobierno interino, lo más probable la semana que viene, antes de que se celebren elecciones el 12 de mayo.

No obstante, los búlgaros siguen teniendo problemas para unirse detrás de un solo líder político o dar voz a un grupo de demandas más claro.

Las encuestas sugieren que ni el partido GERB de derechas, al que pertenece Borisov, ni el partido socialista de la oposición tiene suficiente apoyo para obtener una mayoría contundente y quienquiera que gane las elecciones tendrá que formar una coalición para formar gobierno.

Miles de personas salieron a las calles de ciudades como la capital, Sofía, o Plovdiv, Burgas, Blagoevgrad, Ruse y Sliven el domingo, un festivo nacional. La mayor manifestación reunió a unas 50.000 que protestaron en la ciudad del mar Negro de Varna, según los medios locales.

"Es obvio que los manifestantes no están unidos y esto podría destruir muy rápidamente el entusiasmo de la gente", dijo Georgi Trendafilov, en el centro de Sofía.

Seis años después de unirse a la Unión Europea, Bulgaria está rezagada respecto a otros miembros. Su sistema de justicia es objeto de vigilancia especial y está excluido de la zona de Schengen, que permite la libre circulación sin pasaporte, por la preocupación de otros estados miembros por los sobornos.

La deuda pública del país es una de las más bajas de la UE pero los cárteles empresariales, la corrupción y los salarios, que son menos de la mitad de la media de la UE, han evitado que muchos sientan los beneficios de pertenecer al bloque.

También tiene los costes de electricidad más baratos de la UE pero una subida de precios desde julio por la liberalización del mercado energético ha dificultado aún más a los búlgaros calentar sus casas en el frío invierno.